No
dice más la lengua que lo que siente el corazón. O expresado de
otra manera: cada uno habla de la feria según sus inclinaciones.
Así ocurre con los comentarios de los medios sobre el cara a cara de
Pedro
Sánchez
y Mariano
Rajoy
celebrado ayer lunes en la Academia de Televisión. Para unos barrió
Sánchez; para otros, Rajoy, mientras que muchos ciudadanos estiman
que ni fu ni fa, o sea, que les ha resultado indiferente. A mí, el
debate me pareció excesivamente bronco y agresivo por parte de
Sánchez. Debo ser sincero: me desilusionó este líder socialista,
en el que había depositado cierta esperanza. Sus acusaciones contra
Rajoy cargadas de violencia expresiva e insultos, rebajaron el cara a cara a la
categoría de enconada disputa tabernaria.
Manos desunidas
|
Rajoy
se defendió como pudo. Su contrario no le dio muchas opciones para
hacerlo. Le cortaba la palabra constantemente, en un alarde de
descortesía, y repetía una y otra vez las mismas acusaciones:
ineficacia, mentiras, corrupción, etc., con un desagradable tono de
voz impropio de una persona que aspira a gobernar España. Sánchez
largaba y largaba, consumía tiempo a tope ante la pasividad del
moderador Campo
Vidal.
Interrumpía a Rajoy cuando este empezaba a hablar, usando siempre la
misma cantinela: corrupción y corrupción, mentiras y mentiras...,
un retintín que acabó aburriendo a los espectadores. ¿Cabe en
cabeza alguna que en dos horas de debate el presidente del Gobierno
no hubiese dicho una sola verdad? A mí me parece que el señor
Sánchez se descalificó a si mismo como gobernante. No necesitó
Rajoy esforzarse en sus respuestas, ya que la actitud agresiva del
adversario, sus impertinentes acusaciones, su falta de contenido en
las promesas fueron razón más que suficiente para
autodescalificarse.
Sánchez
salió a ganar desde el primer momento. Siguió la táctica
futbolística de marcar un par de goles en los primeros minutos para
desmoralizar al contrario. Pero lo hizo mal; lo hizo tan mal, que su
táctica causó en el espectador un efecto contrario. Al cabo de unos
diez minutos de confrontación me pareció estar viendo y oyendo a un
Iglesias
B en
vez de a un líder socialdemócrata serio y con clase. Y cuando
insultó a Rajoy, diciéndole “usted no es una persona decente”,
calificativo nunca usado en debates de primer nivel, la buena imagen
que yo me había hecho de este personaje se me rompió en pedazos. Observen
que dijo persona
y no político,
lo que agrava esa frase acusatoria. En fin, creo que tanto desatino
solo ha servido para restar al PSOE el apoyo del centro. Ahora sí
que muchos indecisos tendrán claro a quien no van a votar.
A
los comentarios mediáticos ya saben ustedes que no hay que hacer
mucho caso. Como digo al principio, cada uno interpreta la feria
según le va en ella a su líder. Hay quien asegura que Rajoy estuvo
displicente, acorralado y sin respuesta, especialmente en el tema de
la corrupción. En cambio otros elogian la compostura y el buen uso
de cifras y promesas del líder popular. De este encuentro se saca
como conclusión que Sánchez aún necesita madurar mucho para ser
aceptado como presidente del Gobierno por la mayoría de los
españoles. Y como a mar revuelto, ganancia de pescadores, quienes
obtienen los mejores réditos de lo acontecido son Ciudadanos
y Podemos.
Sánchez, con su actitud agria y bronca, destemplada, fuera de lugar,
enlodó el debate contribuyendo a que los dos partidos emergentes
ganen cancha electoral. Aviados estamos si España cae en manos de una efebocracia de sabihondos.- JT
Desastroso debate. También opino que Pedro Sanchez no estuvo a la altura de las circunstancias. Jaci
ResponderEliminarSánchez necesita urgentemente un “relaxing cup of café con leche in plaza Mayor” para serenarse. Estaba nervioso, precipitado, atropellado en el habla y faltón. No le vendrían mal unas clases de comportamiento en la televisión. Tiene a dos buenos maestros de la oratoria en su partido, González y Ruvalcaba. LUCIANO
ResponderEliminarLo iba a votar pero ahora me da miedo hacerlo. Si se comporta así a nivel internacional como presidente nos llena a todos de verguenza. Hilde
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