Lo menos que hay que pedir al miembro de un gobierno es cuidar el lenguaje. La vida diaria nos lleva a admitir como normales
términos que en boca de un alto cargo no suenan bien. Y menos
cuando ese cargo es nada menos que la señora González Laya,
ministra de Asuntos Exteriores de España. Hoy ha sido entrevistada
en televisión. La periodista centró las preguntas en el tema del
día, la aprobación de ayudas de la Unión Europea para
la recuperación de economías como las de España e Italia,
maltrechas por la pandemia. En su respuesta, la señora Laya calificó
de peleas lo que fue discrepancia, controversia o discusión
entre los primeros ministros participantes en las reuniones para la
aprobación del plan de ayudas.
Las peleas las protagonizan los políticos populistas. Es un término
que contiene dureza, cargado de violencia verbal o física o ambas a
la vez. Suena raro oírlo en boca de una ministra que representa a
España en el mundo. ¿Pelearse para aprobar un presupuesto
excepcional?, ¿pelearse políticos de primera categoría, primeros
ministros de gobiernos europeos? A tan absurdo comportamiento no se
ha llegado. La diplomacia, la educación, las buenas formas imperan
en las relaciones entre países civilizados. Nuestra ministra de
Exteriores debiera seguir el ejemplo y desechar expresiones que los
ciudadanos menos preparados, y muchos hay aún en esta viña del
inamovible señor, pueden llegar a creer que en esas reuniones hubo
gritos, insultos (están de moda) y hasta bofetadas.
Pero no todo ha sido discusión y polémica. Nuestro premier
regresó eufórico de Bruselas, con gesto de haber ganado una nueva batalla de
las Navas de Tolosa en la que en vez de luchar contra los almohades
cargaba contra la inmensa deuda que acumula España. Todo su séquito,
feliz. ¡Clap, clap, clap, clap…!, sonaban los aplausos de los
veintidós miembros del Ejecutivo de Sánchez, mientras este, en
vir triumphalis pero
sin cuadriga, entraba en sus aposentos a modo de
divinidad política, balanceando los brazos, sonriente, eufórico,
como general de la vieja Roma tras ganar una gran batalla. Sólo le
faltó la corona de laurel y un desfile procesional por todo
Madrid para completar el sainete.- JT
P.D.- Disculpas a los habitantes de los pueblos zamoranos de Peleas
de Arriba y Peleas de Abajo. Bien pacíficos que son todos ellos. La
carga histórica de las diferencias de antaño entre moros y
cristianos les ha legado un topónimo impropio de gentes solidarias y trabajadoras.