viernes, 6 de marzo de 2020

Quielo llegal solo y bolacho a casa, y sin colonavilus

Corto y sencillo entremés sobre un tema de actualidad
     ¡Quielo llegal solo y bolacho a casa!, gritaba hoy don Gerva en una noche fría y de plenilunio, caminando en eses por una de las calles más estrechas del pueblo. Cuando lo vi de esa guisa, me entró pánico. Inclinaba tanto su cuerpo, daba tan grandes bandazos, que ante el temor a que diera con las narices en el suelo empedrado lo cogí de un brazo y, como pude, lo arrastré hasta un banco cercano.  Me costó Dios y ayuda sentarlo. Apestaba a vino. Sus brazos caían a lo largo del cuerpo balanceándose, como si quisiera emprender el vuelo. Una vez sentados los dos, traté de hacerle recuperar la lucidez, primero con palabras y, como no reaccionaba, le di un par de sopapos. Abrió sus ojos y mirándome fijamente me espetó:
--¡Homble, Temes, está usted aquí, no sabe cuánto me aleglo!
--Pero don Gerva, ¿qué ha bebido? Está borracho como una cuba, no se tiene en pie.
--¿Bolacho yo?, ¡quiá, quiá! Me ha embolachado una señola, esa que es la mujel del Iglesias, el don Pablo; me ha embolachado con su ployecto de ley contla el machismo. ¿Me oye, Temes?, me he quedado taltamudo, no me salen las eles de tanto bebel.
--Las erres, quiere usted decir.
--Bueno, ¡pues sí! Dice la moza que va proponel a los diputados una ley contla el machismo y…. ¡oiga!, ¡ji,ji,ji!, con el eslogan de sola y bolacha, quielo llegal a casa, ¡ji,ji,ji!
–Pues a mí, don Gerva, no me hace gracia. Que las mujeres vayan borrachas a casa a nadie le puede gustar.
--Pues clalo que no. Yo tampoco quielo que sea así, pol eso me embolaché y me voy a casa pala vel cómo funciona el eslogan, ji,ji,ji! Mile, estoy hasta el culo de que me tomen el pelo, ¿sabe usted? Tengo muchos años y a mí no me malean con tanta cholada.
--Quiere decir que no le marean con tanta chorrada.
--Justamente… y mire, glacias a su ayuda me estoy recuperando, me salen las erres. Mejor, porque si no la gente se iría de mi lado al oírme hablar. ¡Uy, un chino! ¡Madre, el coronavirus! Y escaparían como galgos tras huidiza perdiz.
–En definitiva, dígame por qué se ha puesto usted así, persona seria y honorable, don Gerva, caminando borracho por la calle, hablando medio en chino, balbuceando el eslogan de la señora Montero.
--¡Eso, el eslogan! ¿No le da risa? Las feministas nos amenazan con implantar una dictadura matriarcal usando argumentos que espantan o hacen reír. Quieren tener el poder absoluto, despreciar al hombre, y no te opongas, porque son capaces de castrarte, ya hablan de cortarle los huevos a los violadores cuando salgan de prisión. Usted es un hombre culto, no me decepcione, no me diga que no. Quieren volver a culturas antiguas, al poder soberano de las amazonas, aquellas guerreras que odiaban a los hombres, descritas por Plutarco, dominantes y expertas en el manejo del arco. Hoy no usan arco ni flecha, pero algunas, como las feminazis, son de temer. Embaucan al gobernante para conseguir sus fines supremacistas. Usan todas el mismo argumentario, como muestra de su férrea unidad frente al hombre, frente al machote, como dijo el Errejón.
--Sí don Gerva, el eslogan es ridículo, de cómic. No sé cómo a una persona que se  presume preparada y culta para ocupar un alto cargo llega a proponer semejante tontería. Además, se incita a la borrachera, al despelote, al nihilismo, a la ausencia de valores. Aquellas letales amazonas de la historia parece que no existieron. Las actuales, la llamadas feminazis, las tenemos entre nosotros.
--Pues mire Temes, si a estas amazonas del siglo XXI añadimos las pestes que nos invaden, como el expansivo coronavirus, aviados vamos. Confío en que todo esto sea pasajero y las aguas vuelvan a su cauce, porque de no ser así el mundo entrará en una etapa de desenfreno que a saber a dónde nos llevará.
--Sí don Gerva, vamos a esperar a que las aguas vuelvan a su cauce. Ya conoce el refrán. Dejemos que sea el tiempo el que coloque las cosas en su sitio.
--Tenga buena noche, Temes.
--Hala, don Gerva, a descansar, que mañana volverá a amanecer.
Medio repuesto de su borrachera, mi respetado amigo camina con paso vacilante hacia su domicilio. A poco de iniciar la marcha un gato negro atraviesa raudo la calle, don Gerva se vuelve, mira hacia mí con gesto dubitativo, se acerca luego a la puerta de madera de una casa y da en ella un par de golpes, suaves, para no despertar a sus moradores. Finalmente, prosigue la marcha. Tocó madera. Ya podrá dormir tranquilo.-JT