lunes, 4 de marzo de 2019

El delirio del clima: pago por ventosidades de la vacas

     
¿Lo han leído ustedes? Bruselas pretende gravar a los agricultores y ganaderos por las ventosidades de sus vacas. Con este anunciado proyecto creo yo que entramos ya en una fase de delirio comunitario en materia de contaminación. Los expertos han determinado que el metano lanzado a la atmósfera por estos rumiantes supone en Europa el diez por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y su opinión, por lo que se ve, es sentencia incuestionable para los políticos europeos. De manera ya acelerada van implantando medidas vía impuestos en todo lo que contribuye a variar el clima.  Ahora le toca al vacuno, porque las energías más contaminantes (carbón, petróleo, gases, nuclear e hidroeléctrica) están siendo duramente castigadas en los bolsillos de los contribuyentes.
      A mí me da que si seguimos así también será penalizado el hombre por la contaminación que producen sus ventosidades. Hace años se celebraban concursos de flato. Y tal era la maestría, el dominio de vientres y esfínteres de algunos de sus participantes, que con el aire que expelían lograban hacer sonar himnos y canciones. Otros, más osados, dejaban que alguien les pusiese un mechero encendido junto a las asentaderas para convertir la ventosidad en una llama similar a la de los escupefuegos de los circos.
      Dudo mucho que poner un nuevo impuesto a los ganaderos por el efecto contaminante de sus vacas dé buenos resultados. La medida parece estar en la línea de seguir masacrando a impuestos al contribuyente con soluciones de muy dudosa eficacia. Y lo más chocante es que, quienes pretenden imponerla, no son ejemplos de pureza ambiental. Habría que medir el grado de impurezas que lanzan al aire los eurodiputados y sus colaboradores con sus voluminosos coches oficiales, los cigarros y puros que fuman, el plástico de sus artículos de uso habitual  y los fármacos y cosméticos, también contaminantes, con los que se curan y acicalan a diario. Y, además,  como personas humanas que son, habría que medir también la cantidad de metano que despiden por el trasero todos los días, aunque sea en cantidad inferior al expelido por las vacas. 
      Que este gas es contaminante y peligroso, concentrado en gran cantidad, lo dijeron ya los científicos en los años sesenta al advertir que la acumulación de metano producido por las ventosidades de los astronautas en una cápsula espacial podría producir una explosión. No se lo tomen de coña. El peligro existe, aunque, por fortuna, los hombres y mujeres que se lanzan al espacio no son precisamente flojos de viente. 
      En Internet he encontrado un poema dedicado a la ventosidad. A ver si conmueve a quienes quieren darle una patada más al ganadero en el culo de sus vacas; a ver si, al menos, se dan cuenta de las excelencias de un gas que ellos consideran capaz de cambiar el clima de la tierra. El poema no es de Cela y dice así:
      En este mundo un pedo es vida / porque hasta el Papa bien se lo tira / hay pedos cultos e ignorantes / los hay adultos, también infantes, / hay pedos gordos, hay pedos flacos, / según el diámetro de los tacos, / hay pedos tristes, los hay risueños, / según el gusto que tiene el dueño.- JT

P.D.- Siento herir sensibilidades con este comentario. No es mi estilo, pero el proyecto europeo del impuesto a las vacas por el metano que emiten a la atmósfera no debe pasar inadvertido por injusto y  esperpéntico.