jueves, 4 de marzo de 2021

No por mucho machacar se consolida la paz

Machacar las armas, aplastarlas con una apisonadora ha sido una ceremonia poco afortunada. Al menos a mí así me lo parece. Desposeer a las bandas terroristas de su armamento no garantiza que no habrá reincidencia. Es más, los independentistas proseguirán en sus trece hasta lograr el objetivo. Ahora lo hacen por la vía pacífica, pero si la situación se tuerce volverán a las andadas, a unas andadas que dejaron atrás centenares de muertos, por un camino de sangre y cobardía. El aplastamiento lo han calificado sus organizadores de acto simbólico. Me pregunto qué simboliza aplastar unas armas, cuando sus poseedores campan a sus anchas unos por la calle y otros a la espera de poderles seguir.

Foto Heraldo de Aragón
El simbolismo hubiese sido más real y reconocible si quienes mataron por la espalda, de manera cobarde, a hombres, mujeres y niños; si quienes fueron matones, asesinos despiadados, apareciesen hoy en el acto de desguace ante toda España y pidiesen perdón a familiares y amigos de las víctimas y a todos los españoles por las atrocidades cometidas. Pero no, no ha sido así. No hay arrepentimiento, sino chulería y hasta mofa. No piden perdón, ni reconocen su infame comportamiento. Al contrario, muchos parecen enorgullecerse de las muertes causadas con las armas que el actual gobierno apisonó en un cuartel de Valdemoro. A la suma de incapacidades hay que agregar rasgos de ingenuidad en quienes conducen hoy el país. Ingenuidad que refleja nuestro refranero, excelente conjunto de sentencias populares: no por mucho madrugar -dice uno de sus refranes- amanece más temprano. Y digo yo que no por mucha arma que se aplaste se logra una paz duradera. Y tampoco se calma y aminora el dolor de quienes sufrieron la pérdida de seres queridos, en asesinatos premeditados, alevosos e indiscriminados. - JT