El presidente y editor del diario coruñés La Voz de Galicia, Santiago Rey
Fernández-Latorre, aborda de nuevo en un artículo publicado estos días la situación
actual de España. El exceso de organismos y entes públicos; el mantenimiento de
sindicatos, organizaciones empresariales y partidos políticos con dinero de
todos los ciudadanos, y el despilfarro que supone el funcionamiento de
diecisiete televisiones financiadas con nuestros impuestos son algunas de las razones
de una sangría económica que la clase política no es capaz de frenar. “España –dice
Santiago Rey- ha dejado de ser dueña de su destino”. He aquí un resumen del
trabajo de este destacado articulista:
“Tras tantos años advirtiéndolo desde estas páginas ante la indiferencia de
muchos, nadie duda ya de que España ha viajado sin remedio hacia el fondo del
pozo. Hoy, cuando el país vive sus horas más amargas, acribillado por el mayor
destrozo jamás visto en su economía, y prácticamente abandonado por quienes
tenían que haber presentado batalla, la sociedad asiste entre la ira y la
resignación a una catástrofe sin precedentes que mina su fe, agrede su dignidad
y destroza su esperanza”.
“Haber alertado hasta la saciedad del peligro no ha evitado, por desgracia,
que la situación empeorase hasta ver cómo España ha dejado de ser dueña de su
destino, zarandeada día a día por el terrible rigor de la intervención
financiera que alientan sus acreedores. Caer en esa red -si de algún modo no
hemos caído ya- solo podrá traer más desgracia a los españoles y más descrédito
a quienes, teniendo en sus manos los resortes políticos y económicos, han
eludido flagrantemente sus obligaciones”.
“Diecisiete Gobiernos autónomos con sus diecisiete Parlamentos -muchos de
ellos inventados en comunidades sin personalidad definida- han dado lugar a
reinos de taifas, donde se instalan el despilfarro, el sinsentido y, en ciertos
casos, la corrupción más obscena casi a la vista de todos. Cincuenta
diputaciones que no tienen más objeto que repartir prebendas y favores entre
los afines. Cuatro mil chiringuitos con sus gestores, plantillas y presupuestos
sustraídos al control público. Numerosos defensores del pueblo mientras el
pueblo permanece indefenso. Sindicatos, organizaciones empresariales y partidos
políticos mantenidos a expensas del dinero público, conseguido a veces de forma
irregular, que trabajan para cualquier cosa menos para el interés general. Cámaras
inútiles como el Senado. Miles de ayuntamientos inflados de nóminas y
concejalías, pero vacíos de recursos. Trece televisiones autonómicas que
consumen cada año 1.650 millones de euros en presupuesto y suman una deuda
conjunta semejante. Y clubes de fútbol convertidos en nidos de trapicheo y
marrullería que deben a todos los españoles más de 700 millones de euros”.
“Nada de esto es nuevo ni se dice por primera vez en este diario. Pero su
sola enumeración una vez más debiera sobrecoger, porque muestra la punta del
iceberg de un Estado insostenible. Y revela, sobre todo, la falta de valentía
de quienes, por haber sido elegidos con los votos de los que sufren la crisis,
están obligados de forma imperativa a acabar con semejante desatino”.
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