miércoles, 22 de abril de 2020

Pandemia: cuando rectificar no es de sabios

      A alguien de ahí arriba se le ha vuelto a quedar la cabeza hueca. Un error más, y no sigo con el recuento porque la cantidad que acumula el gabinete de crisis de la pandemia llega a dar miedo. El Gobierno ha acordado nuevas medidas para suavizar el confinamiento, bienvenidas sean. Quiere aflojar la tuerca que nos está apretando desde hace mes y medio con el fin de contribuir al bienestar de todos y, naturalmente, al suyo propio . Su intención es plausible dentro del estado de desconcierto en que nos encontramos. Pero, vaya vaya, de nuevo han dado otro tropezón, uno más de los muchos que llevan desde que decidieron por decreto encerrarnos en nuestros domicilios. Ya son demasiados errores, equivocaciones, meteduras de pata y desmentidos en la gestión de la pandemia, lo he dicho más de una vez y lo vuelvo a repetir. El último error afecta a la concesión de libertad a los niños de hasta catorce años para salir a la calle. Se anunció, y ante la protesta multitudinaria de los ciudadanos por las condiciones de la salida rectificaron a las pocas horas.

Niños y ancianos, sectores vulnerables
 al encierro


No sé quién toma decisiones ahí arriba, si el presidente, si sus ministros, si los expertos, pero cada día que pasa dan muestras de ineficacia. Porque resulta que, en principio, la nueva medida autorizaba a los pequeños a salir a la calle en compañía de personas adultas con residencia en su mismo domicilio. Una necesidad evidente, puesto que el encierro prolongado perjudica a cualquiera y en especial a quienes, por su corta edad, deben realizar a diario movimientos para mantener en buen estado el sistema locomotor. Además, un niño o niña que vive enjaulado podría tener el día de mañana problemas psíquicos. Tanto los que llegan a los catorce años, como los que sobrepasan esa edad. ¿Y por qué hasta los catorce? No nos lo explican.

Los ancianos, en el olvido
      Lo sorprendente de esa concesión de libertad a los pequeños, ya corregida, era su carácter restrictivo. No iban a ir al parque a corretear ni hacerlo tampoco por calles y aceras. Se les autorizaba a salir acompañados de una persona mayor, pero solo al banco, a la farmacia, al médico o al supermercado. Justo a lugares donde por su condiciones de ambiente y espacio podrían contagiarse o contagiar a los demás. La apertura parcial del encierro se dirige, pues, a los menores, bien. Pero, ¿y los viejos? ¿No tienen los ancianos necesidad de caminar para mantener activo su sistema inmune y evitar el deterioro de las articulaciones? ¿No piensan ustedes, señores y señoras de ahí arriba, en ese colectivo de personas necesitadas de ayuda y comprensión? ¿Quién controla y vigila el buen funcionamiento de geriátricos y residencias convertidas por la pandemia en espantosas morgues? ¿Acaso falta dignidad, vergüenza, sensibilidad en quienes deben velar por el bienestar de todos?
      No sé cuánto durará esto, pero cada día que pasa acentuamos más el estado de gravedad social y económica que vivimos. El fuerte descenso del PIB, el cierre a discreción de empresas, el avance sin freno del paro y la inoperancia de unos dirigentes incapaces de controlar la situación auguran años de precariedad económica y aumento de la pobreza. Todo apunta a que avanzamos de cara a una deriva indeseada, hacia un futuro en el que nuestro estado de bienestar hará agua, mucha agua, como barco golpeado por la ineptitud o la ignorancia de sus tripulantes. Hay que saber manejar el timón para no provocar el hundimiento de muchas familias en la desolación y la miseria. Y parece que con estos pilotos vamos directos contra las rocas. Rectificar suele ser cosa de sabios, según el dicho popular. Pero el abuso de rectificaciones no da a quienes las hacen esa categoría intelectual, sino que, más bien, los desprovee de la seriedad y eficacia que debe mostrar todo buen gobernante.- JT