Niños y ancianos, sectores vulnerables al encierro |
No
sé quién toma
decisiones
ahí arriba, si el presidente, si sus ministros, si los expertos,
pero cada día que pasa dan muestras de ineficacia. Porque resulta
que, en
principio,
la nueva medida autorizaba a los pequeños a salir a la calle en
compañía de personas adultas con residencia en su mismo domicilio.
Una
necesidad evidente,
puesto que el encierro prolongado perjudica
a cualquiera
y en
especial a
quienes, por su corta edad, deben
realizar
a diario movimientos para mantener
en buen estado
el sistema locomotor. Además,
un
niño o niña que vive enjaulado podría tener el día de mañana
problemas psíquicos. Tanto los que llegan a los catorce años, como los que sobrepasan esa edad. ¿Y por qué hasta los catorce? No nos lo explican.
Los
ancianos, en el olvido
Lo
sorprendente de esa concesión de libertad a los pequeños, ya
corregida,
era
su carácter restrictivo. No iban
a
ir al
parque a
corretear ni hacerlo
tampoco
por calles y aceras. Se les autorizaba
a salir acompañados de una persona mayor, pero solo
al
banco, a la farmacia, al médico o al supermercado. Justo
a lugares donde por su condiciones de
ambiente y espacio podrían
contagiarse
o contagiar a los demás.
La
apertura parcial del
encierro se dirige, pues,
a los menores, bien.
Pero, ¿y los viejos? ¿No tienen los ancianos necesidad de caminar
para mantener activo su sistema inmune y
evitar
el
deterioro de las articulaciones? ¿No
piensan ustedes, señores
y señoras de ahí arriba,
en ese colectivo de personas necesitadas de ayuda y comprensión?
¿Quién
controla y vigila el buen funcionamiento de geriátricos y
residencias convertidas por la pandemia en espantosas morgues? ¿Acaso
falta dignidad, vergüenza, sensibilidad en quienes
deben
velar por el bienestar de todos?
No
sé cuánto durará esto, pero cada día que pasa acentuamos
más el
estado
de gravedad social y económica que
vivimos.
El fuerte descenso del PIB, el cierre a discreción de empresas, el
avance sin freno del paro y la inoperancia de unos dirigentes
incapaces de controlar la situación
auguran años de precariedad económica y aumento de la pobreza. Todo apunta a que avanzamos de cara a
una
deriva indeseada, hacia un futuro en el que nuestro estado de
bienestar hará agua, mucha
agua,
como barco golpeado
por
la
ineptitud
o la
ignorancia
de sus tripulantes. Hay
que saber manejar el timón para no provocar el
hundimiento de
muchas familias en la desolación y la miseria. Y
parece que con estos pilotos
vamos directos contra las rocas.
Rectificar
suele ser cosa de sabios, según el dicho popular. Pero el abuso de
rectificaciones no da a quienes las hacen esa categoría intelectual,
sino que, más bien, los
desprovee de la seriedad y eficacia que debe mostrar todo buen gobernante.-
JT