Los
grandes espíritus siempre han encontrado la oposición violenta de
parte de los mediocres.
Lo dijo Einstein y su sentencia podría aplicarse a la moción de
censura contra Rajoy.
No es que los adversarios hayan ejercido contra él violencia física,
no, o le hayan ganado en unas elecciones. Usaron un método más
sibilino y oscuro. Aprovecharon el fallo judicial por corrupción
contra exmilitantes del PP y excolaboradores para echarlo del
Gobierno. Justificaron su operación de acoso y derribo por
razones éticas.
Urdieron, al margen de la honestidad política, una indecente trama
de acuerdos con grupos minoritarios, grupos que buscan la división
del país y hasta la del paisaje y el paisanaje, como es el caso de
los separatistas catalanes. Unos y otros tramaron en el oscuro
ambiente del backstage
parlamentario la maniobra contra Rajoy.
La
honradez y la educación del ya expresidente son dos de sus muchas
virtudes. Su cultura, su gran capacidad como parlamentario y la
sólida experiencia política de la que nos ha dado repetidas
muestras también están fuera de duda. Pero un persona de esas
características molestaba a quienes, desde su medianía, suspiraban
por alcanzar el poder. Así que, hostigados por el deseo de llegar
pronto arriba, y como fuese, se confabularon para liquidar al
presidente en un tris tras usando indebidamente el argumento de la
sentencia del caso Gürtel (correa en alemán). Presentaron una
moción exprés en connivencia con ocho grupos de la oposición para
meter a Rajoy en el humilladero de la insolencia y echarlo del
Gobierno.
Teatro y dureza
El
transcurso de la moción parlamentaria resultó duro y en parte
bastante teatral. Sánchez
leyó deprisa y corriendo un sinfín de titulares; produjo mucho
ruido, pero dio pocas nueces. Estuvo mejor en las improvisaciones,
sobre todo en sus réplicas a otros parlamentarios. Los podemitas,
entusiasmados con la caída de Rajoy, vociferaron su clásico y
reiterativo ¡sí
se puede!
como si estuviesen todavía acampados en la Puerta del Sol. El
socialista Ábalos
derrochó verborrea en su intervención simple y poco convincente.
Rivera
fue combativo con el candidato Sánchez, pero también con Rajoy. De
palabra rápida y acusación contundente, basó toda su fuerza
dialéctica en los buenos resultados que las últimas encuestas dan a
su partido.
Los
catalanes, erre que erre. Tardá
nos largó la matraca de siempre, advirtiendo a Sánchez de que debe
cumplir sus promesas (¿alguien sabe qué han pactado?). Y los vascos
del PNV,
elegantes en sus formas, pero intrigantes en sus contenidos, culparon
a los ciudadanos de su comunidad de la traición al Gobierno de
Rajoy. El PNV había firmado recientemente los presupuestos Generales
del Estado tras un acuerdo muy provechoso para ellos. Había, pues,
tensión en el hemiciclo, todos estaban pendientes de ellos ya que
con sus votos podían beneficiar a Sánchez o hundirlo. Y lo auparon,
vaya que sí, en sillón catedralicio, a la seo de La Moncloa.
Rajoy
estuvo claro, contundente e incisivo contra quienes querían
derribarlo. Su discurso sonaba a despedida porque debía de conocer
ya la artimaña vasca. Se ausentó de las Cortes en la tarde de la
primera jornada y regresó al día siguiente, cuando la votación, de
resultado previsto, iba a comenzar. Le reprocharon su ausencia, en
especial Pedro Sánchez y Margarita
Robles
a quienes, cuando vieron a Rajoy aparecer en el hemiciclo, se les oyó
sisear Ahí
viene, ¡que vergüenza!
Fumata roja
Ahora
vamos a ver cuánto tiempo dura el nuevo gobierno. Las va a pasar
canutas.No tiene ni tan siquiera mayoría minoritaria en el Congreso,
y en el Senado el PP cuenta con mayoría absoluta. Claro que para
sacarle a Sánchez las castañas del fuego están los podemitas,
dispuestos siempre a echar una mano a cambio de que les dejen probar
las mieles del poder. La duración del nuevo Gobierno tampoco debe de
inquietar a Sánchez, sospecho yo, pues si es efímera, contará con
el refugio del Consejo de Estado que le proveerá de sueldazo, chófer
y coche. Además, cuando se jubile recibirá una pensión que ya la
quisieran para sí los millones de pensionistas y familias con
escasos ingresos que pasan las de Caín para llegar a fin de mes.
La
función de hoy terminó pronto. A las once y media se bajó el
telón, y por la chimenea del Congreso de los Diputados salió la
fumata
roja
en señal de habemus
nuevo presidente del Gobierno. En una jornada y media de debates, la actitud
incoherente de unos cuantos se impuso sobre la honorabilidad y el
buen hacer de un buen político, de nombre Mariano Rajoy Brey, al que
la historia lo recordará por su bonhomía y por la trascendencia de
sus hechos.- (01.06.2018) JT