miércoles, 24 de abril de 2019

Tensos y acalorados debates electorales en televisión

Mal vamos. España no se merece candidatos del nivel de los púgiles políticos que el pasado martes compitieron por ganar el Gobierno. Los he visto agresivos, insultantes, groseros a veces, mentirosos otras, y todo el tiempo cargados de una tensión expresiva que los españoles no nos merecemos. Tras el agitado debate de la noche anterior en TVE, esperaba yo que en el segundo round verbal de Antena 3 hubiese más seriedad, menos groserías, algo de tranquilidad y sobre todo clase en estas personas que tienen ante sí el importante cometido de dirigir España. Pero fallé en mi presentimiento, porque los cuatro participantes volvieron a enzarzarse en acusaciones mutuas, mostrando un tono agrio y una actitud distante (1).

Los cuatro candidatos. Diario AS
Si tengo que hacer una valoración por candidato debo admitir que tanto el señor Rivera como el señor Casado fueron los más contundentes y claros en sus intervenciones. Rivera recurrió a tretas estudiantiles al poner sobre el atril de Sánchez su tesis doctoral y desplegar un rollo de papel con los casos de corrupción del PSOE. El día anterior había hecho algo similar, mostró una foto enmarcada del presidente y Torra en La Moncloa. Este joven político, locuaz e inquieto, entusiasma a muchos votantes cansados de los bandazos ideológicos del PP y de la deriva hacia no se sabe dónde del PSOE sanchista. Por su parte, el señor Casado, discreto en el round de TVE, hizo uso en Antena 3 de su lado más demoledor, destapando las incongruencias y falsedades del aún presidente. Con la indirecta de la muñeca rusa tuvo un rasgo de originalidad al atribuírsela a Sánchez y descubrir lo que había dentro de ella: independentistas, podemitas, Bildu, Otegi, etc.

La sorpresa nos la dio el señor Iglesias al volver a la inveterada expresión de cabreo que le caracteriza, frunciendo el ceño al hablar. Y, ¡oh sorpresa!, una y otra vez exhibió un ejemplar de la Constitución que él desea transmutar, para recordarnos los artículos que contiene sobre derechos de los españoles a vivienda digna, trabajo, educación, etc. Exhibió, digo, la Carta Magna en cuyo texto se consagra a España como un Estado social y democrático de Derecho y al Rey como Jefe del Estado y símbolo de unidad y permanencia. En el segundo debate el señor Iglesias fue aún más sorprendente al erigirse en árbitro de la trapatiesta de sus compañeros de plató, a los que llamó al orden y les pidió calma, pues los señores Casado, Sánchez y Rivera discutían duramente.


Solo palabras
El señor Sánchez mantuvo distancias y se mostró impreciso en todas las intervenciones. Dio la sensación de no tener respuesta a las preguntas de los competidores. Parecía ignorar los temas que le planteaban. Para defenderse de las acusaciones de los otros tres candidatos, exhibió documentos que de poco le sirvieron (uno de ellos al parecer falso) porque los tres adversarios fueron por él, especialmente PP y Ciudadanos. No logró, pues, aclarar qué hará si gana las elecciones.

Por lo demás, palabras, palabras y palabras. Muchas palabras. En torrentera. ¡Qué lejos están los cuatro de políticos como Brandt, Adenauer, Boyer, Landelino Lavilla, Calvo Sotelo, el mismo Suárez, Felipe González, Corcuera, etc. Había en ellos estilo, clase, aplomo, criterio, seriedad... justo lo que necesitan los jóvenes de hoy para ser creíbles. Mas vamos a esperar a que el tiempo y los contratiempos les den la madurez que les falta. Mientras tanto, Vox, el temido e injuriado partido de Abascal, se baña en multitudes cuando aparece en público. Yo soy un indeciso más; confieso mi duda entre dos partidos. Pero, como dice mi contertulio de bar, don Gerva, rememorando a Eisenhower, la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos. Entonces, ¿a quién voto? JT
               
(1) Si hay algo que me revienta es el teatro que unos y otros le echan a sus actuaciones. Tras la enconada lid del plató, ya fuera de focos, las cámaras nos mostraron a los contertulios felices y sonrientes, abrazando y besando a los hombres y mujeres de sus respectivas cohortes. Las imágenes de ese final trasmitían un tono artificioso a las intervenciones que minutos antes vimos en el plató. Es bueno reír después de la tensión vivida, pero recuerden que el que ríe al último ríe mejor.