viernes, 25 de agosto de 2023

La actitud censurable de un alto cargo del fútbol


 Vivimos en unos tiempos de besuqueos poco comunes. A mí me han sorprendido siempre los besos que se dan quienes políticamente representan a los españoles de una u otra tendencia. Lo cantó bien claro hace años Manolo Escobar: La española cuando besa / es que besa de verdad/ Y a ninguna le interesa/ besar con frivolidad… Bueno, bueno, eso de que a ninguna le interesa hacerlo de manera frívola, no me parece muy acertado. Porque raro es el día en que no veo en televisión a una señora de larga cabellera arrimarse a su jefe y compañero político, y propinarle unos besazos de aúpa.

¿Es delito sexual? ¿Es una forma de molestar a la persona del otro o del mismo sexo? Pues ya ven. El beso apretado de Rubiales a Jennifer Hermoso, jugadora de la Selección Española de Fútbol, ha causado un escándalo sin precedentes. Besarla en los labios no era lo correcto. Rubiales debió besarle las mejillas y acariciar con sus manos la cara de la jugadora. Si lo hubiese hecho así, ni protestas ni escándalos sumirían al presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) en una muy sonada situación crítica. Pero por razones que ignoro, apretó con una mano la cabeza de la futbolista, campeona mundial, y juntó sus labios con los de ella. Si se hubiese comportado como la Yolanda con su jefe, otro gallo cantaría. Esta lo besa a derecha e izquierda y lo acaricia con sus suaves manitas, ¡oh Dios mío, qué cariñosa y llamativa ! Pero no es acoso sexual, pienso yo, sino una muestra pública y palpable de gratitud hacia quien le ha dado fama e influencia al aceptarla como miembra de su gobierno.

Rubiales metió la pata por excederse con su gesto de admiración y cariño hacia una de las jugadoras. Jennifer estaba triste, había fallado un penalti contra Inglaterra. Tal vez fue eso lo que movió al presidente de la RFEF a mostrarse sumamente cariñoso con ella. En cambio, sus expresiones de alegría al obtener España la victoria sí han causado asombro y repugnancia. Que todo un presidente del máximo organismo de un deporte como el fútbol, salte, sacuda una y otra vez los brazos y, sobre todo, que se toque los genitales, parece mucho más censurable que el beso a Jennifer. Ese beso ha sido una expresión excesiva de cariño y tutela hacia la joven futbolista. En cambio, agitarse los testículos ante las cámaras y el público del estadio, incluida la reina de España y su hija, fue un gesto tan poco decoroso y desagradable, que debiera obligarle a renunciar de manera inmediata al cargo que ocupa.- JT