jueves, 27 de febrero de 2020

Coronavirus, pestes, masas y separatismo, cóctel letal

¿Teme usted al coronavirus? En China hay ya varios miles de muertos por esta enfermedad que amenaza con pasar de epidemia a pandemia. O sea, que podría a extenderse por todo el planeta. Tal como van las cosas, parece que desde la peste de Atenas ocurrida cuatrocientos años antes de Cristo no ha habido nada igual. ¡Qué sofoco! Regreso de tierras lejanas y me encuentro con un panorama inquietante en este país de las desdichas: alarma por todas partes, mascarillas; gentes recluidas en casas y hoteles; tiendas de alimentación desabastecidas; televisiones, radios y periódicos advirtiendo en sus noticias de que una nueva epidemia invade el mundo; sanchistas y podemitas tratando de complacer a ingenuos separatas en reuniones de alto nivel de Estado; gritos y aplausos en las Cortes, tractores por las calles de ciudades y pueblos… Pero, ¡por Dios!, ¿qué ocurre? ¿Quién dejó a ese virus huir de su jaula? ¿Los murciélagos, las serpientes, los monos, los científicos chinos del laboratorio de Wuhan…? No sé si algún día lo sabremos, pero sospecho que no va a ser así.

Pestes letales
No haga el ridículo. Viva tranquilo
Foto: Anthony Wallace.  AFP
A lo largo de la historia de la humanidad las pestes acabaron con muchas vidas. Millones de seres murieron víctimas del ataque de microorganismos que entraron en sus cuerpos, invadieron sus pulmones e infectaron su sangre. Lo cierto es que cantidades ingentes de almas y cuerpos se fueron al carajo por falta de higiene, por nula o escasa prevención, y por desconocimiento de la fuerza letal de unos organismos invisibles al ojo humano. Mas hoy en día sorprende que si el hombre ha alcanzado grandes logros en materia cibernética, pongo por ejemplo, consiguiendo reproducir en máquinas o robots lo que solo los seres vivos pueden hacer; si ha puesto astronautas en órbita; si avanza día a día en la exploración del material genético; si defiende el Big Bang como la gran explosión creadora del universo, la existencia de agujeros negros, y nuestro destino ligado al fatal cambio climático, si hace todo esto, ¡oh mein Gott!, ¿por qué se muestra incapaz de liquidar a unos malditos patógenos que a diario nos acechan, entran sin permiso en nuestras vidas, se apoderan de nuestras células y acaban con nosotros? ¿Qué está pasando? Pues parece, al menos de momento, que somos incapaces de exterminarlos.

El coronavirus no es un microorganismo noble como algunas bacterias beneficiosas, sino un virus letal. Actúa de manera premeditada, infame, contra nuestra integridad física. Sufre mutaciones, o sea, cambios en el ADN. El corona va de dañino, como el ébola, la gripe asiática o la española. Pero dudo si su capacidad letal es tan fuerte como la alarma que los medios lanzan diariamente en sus noticias, anunciando nuevos casos de enfermedad, más muertes, reclusiones de personas afectadas, etc., creando en la gente preocupación y miedo ante lo que pueda pasar.

Manipulación de las masas
¿Recuerdan la expansión del SIDA por el mundo en los años ochenta, enfermedad procedente, según nos dijeron, de los orangutanes? Pues acabó con más de veinte millones de personas. ¿Y la peste negra, que en el Medievo fulminó a millones de seres humanos en poco tiempo? ¿Y el sarampión, y la viruela…? En España ya se empieza a ver gente con mascarilla, no sé si la llevan por miedo al virus o como continuación del carnaval, tengo mis dudas. Aunque la situación nos va a servir de prueba sobre el comportamiento de las masas manipuladas por agentes nocivos; masas fáciles de asustar o enervar, muchedumbres obedientes al líder omnipotente o a troikas perversas, como antaño ocurrió con el comunismo soviético, con sus asesinatos masivos, sus checas, sus terribles gulags de trabajo y muerte, o con el nazismo de los holocaustos, inhumano, terrible, capaz de acabar con millones de personas indefensas.

Una y otra ideologías son como los virus: se desarrollan, mutan y acaban invadiéndonos. Entran en mentes serviles, incultas, fáciles de dominar, para convertir a sus poseedores en pobres y esclavos. Se transmiten a través de la propaganda y la mentira, el miedo y la amenaza. Vean si no el curso del separatismo catalán, al que el actual Gobierno da carta blanca en reuniones de Estado. Palabras, palabras y palabras, como si los actos delictivos se resolvieran hablando. Es como si pretendiésemos acabar con el coronavirus en una mesa de diálogo y no con la aplicación de medidas que neutralicen sus efectos letales. A los virus hay que combatirlos con vacunas y terapias. A los gobernantes que delinquen, con la ley. No cabe otra opción, por mucho que se empeñe el señor Sánchez y las ministras que le acompañan en hacerlo a su manera.

Así pues, a disfrutar del sol y de la buena cerveza de barril (recomiendo Estrella Galicia), queridos lectores. No se dejen inquietar en exceso por el corona. Pronto aparecerá alguna vacuna que acabe con la peste de Wuhan y llene las arcas del laboratorio productor. Dirija también su atención a la otra peste, a la de la desintegración de la unidad de España.Y más cuando su resolución está en manos de políticos de dudosa fiabilidad. Los diálogos a puerta cerrada pueden ocultar trampas, así que habrá que tener cuidado de no caer en ellas.- JT