La familia real en el acto conmemorativo del X aniversario. Foto ABC |
Su padre y él son los únicos monarcas que han podido reinar en tiempos de democracia, es decir, dentro de un sistema político en el que la soberanía de la nación le corresponde al pueblo, del que a su vez dependen los tres poderes fundamentales que son el legislativo, el ejecutivo y el judicial. El rey es el principal representante de España. Él no gobierna, pero está sometido al respeto absoluto a la Constitución.
Felipe VI es un rey excepcional en todos los sentidos. En los diez años que lleva de reinado ha sabido ejercer su labor representativa con gran eficacia. Aunque rechace acciones del gobierno que preside Pedro Sánchez, se muestra respetuoso con ellas y sobre todo mantiene inalterable su acatamiento a la Constitución. El último caso: la amnistía. ¿La considera legal y aceptable? Lo ignoro. Pero si personalmente no la aceptara, tendría que abdicar. Así, pues, ratificó su aprobación cumpliendo lo establecido en nuestra Carta Magna, que obliga al Jefe del Estado a firmar las leyes que apruebe el Parlamento.
Conocí personalmente a Felipe VI y a su esposa cuando eran príncipes. Eran personas de excelente trato, comunicativas, sencillas, dialogantes y de buen decir y hacer. Ya entonces me entusiasmó pensar que ambos serían reyes de España cuando llegara el momento del cambio. Y así fue. Tener como principales representantes de nuestra nación a estas dos personas, es una gran satisfacción para la inmensa mayoría de los españoles. Pero hay excepciones, como suele suceder en sociedades democráticas donde actúan minorías ansiosas de imponer sus ideologías, sustituyendo la monarquía por una república. Son comunistas, separatistas, filoetarras, etc., grupos radicales que tratan de aprovechar la debilidad ideológica del actual gobierno para lograr su objetivo.
Estos grupos de ultraizquierda intentan ahora ganar la guerra que perdieron hace más de ochenta años. Buscan por todos los medios la manera de acabar con nuestra monarquía, para imponer un régimen que tuvo ya España en dos ocasiones, la república, y que en ambas acabó en estrepitoso fracaso. Esas mozas podemitas, por ejemplo, que claman por el cambio político en España, han tenido cierto respaldo de seguidores en las elecciones, hasta que estos se dieron cuenta del fallo que cometían y se redujo drásticamente ese apoyo. Caso similar es el de Sumar, grupo político comunista perdedor de votos de manera rotunda cada vez que se celebran nuevas elecciones.
En fin, en una democracia clara y limpia la soberanía está en manos del pueblo. Vamos, pues, a confiar, en que tarde o temprano la monarquía española se consolide de manera firme, dirigida por un excelente monarca, el rey Felipe VI, respetado y respaldado por la inmensa mayoría de ciudadanos españoles.- JT