Compañeros de fatigas montañeras me retaron hace años a subir solo a una cumbre difícil en Picos, usando cuerda, estribos, algún mosquetón y una maza, la de aquellos años, tan pesada como la del picapedrero, pero contundente en el golpe. No necesitaba más, ya que, según ellos, la vía estaba equipada. Si quieres emular a tu admirado Walter Bonatti –me sugirieron- sube solo a esa aguja. Creí en sus palabras y acepté el reto. Años antes (1965), el legendario Bonatti, recientemente fallecido, había puesto de moda la escalada ascendiendo él solito el Matterhorn por la helada cara norte. ¡Toda una hazaña! Debía, pues, emularle, pero en el laboratorio, es decir, en la pequeña aguja a la que me enfrentaría sin más ayuda que la de mis propias fuerzas.
Al superar los primeros metros de la pared "equipada", observé que las clavijas que había en ella, imprescindibles para el descenso en rápel, estaban oxidadas y retorcidas: inutilizables. Pero mis dos amigos, los madrileños Ginés y Cesáreo, no pudieron disfrutar de la broma que querían gastarme. Porque seguí subiendo por la brecha, usando las clavijas y los tacos de madera, con anilla de cuerda anudada, para empotramientos, que había ocultado en la mochila.
Sudé y sudé subiendo hasta el segundo paso de grado III+ en aquella mañana de agosto por la vía supuestamente equipada. ¿Equipada? ¡Cabrones! ¡Mentirosos! Lo que encontré fue de todo menos aseguramientos en buen estado. Eso sí, había bastantes presas, alguna llambria resbaladiza, una chimenea con un paso de V+, pero todo en roca de buena adherencia. Mis amigos, que seguían la ascensión mirando con prismáticos desde las proximidades de Verónica, no tardaron en acudir a la pared y unirse a la trepada que yo había iniciado. Fue una broma de mal gusto, llena de mendacidad. Pero una broma de mucho menos calado que la que Zapatero y sus edecanes van a gastar a Rajoy en los próximos días.
Herencia envenenada
Resueltas las elecciones generales, entramos en tiempo de relevos. La Comisión de Traspaso de Cuentas -y carteras- deberá informar en su momento a los ciudadanos de la herencia que Rajoy recibe del gobierno socialista sin ocultarnos nada, ni lo que está encima de las mesas, ni lo que tapan las alfombras. El susto -aventuran muchas voces- puede ser mayúsculo, pero sea como sea el señor Rajoy se ha comprometido a mejorar el futuro de los españoles, es decir, a superar con éxito una escalada tal vez llena de trampas, sin más alternativa que la de cumplir lo prometido: conseguir que España alcance la normalidad sin decaer y menos aún abandonar a mitad de vía hacia una cumbre tan difícil, yo diría que de grado 9 superior, como es la de la normalización económica y social del país.
La empresa no va a ser un paseo por El Retiro porque, cuando ya nadie cree en nosotros y la deuda nos asfixia, recuperar el prestigio y normalizarnos puede ser tarea de titanes. Los que se van dejan un país baldío como erial del seco altiplano; un país sin mies, invadido de plantas improductivas, atacado por unos niveles de desempleo que rozan lo obsceno y atormentado por un progresivo avance hacia a la pobreza de quienes, año tras año y no sin esfuerzo, alcanzaron gratificantes niveles de bienestar.
¿De dónde va a sacar el señor Rajoy el dinero para equilibrar las cuentas públicas y reducir el paro a niveles aceptables? ¿De los impuestos? ¿Pero aún es posible exprimir a quienes han de pagar día a día subidas desenfrenadas en las tarifas de los servicios públicos, y en general en las de todo lo necesario para vivir dignamente? ¿Nadie es capaz de parar los constantes aumentos de los precios del gas, la electricidad, los peajes, los combustibles y otros productos esenciales de consumo?
Don Mariano lo va a tener difícil. No sé cuál será su margen de maniobra, una vez conocida la herencia que recibirá de sus antecesores, pero parece claro que las restricciones tendrán que ser severas. Mas no sólo habrá que restringir, digo yo, sino también actuar sobre quienes, sin recato -y sin vergüenza- suben día a día los precios, sean empresas públicas o privadas. Aunque estemos en una economía libre de mercado, seguro que, ante la grave situación de España, nadie se opondría a que el Gobierno transgrediera el principio de no injerencia en ámbitos privados a cambio de poner a raya a quienes, por su desmedido afán de ganar más o seguir ganando lo mismo, empujan a los ciudadanos al desamparo y la pobreza y agudizan la inflación. Y también, si de verdad vivimos en democracia, que paguen su culpa los responsables del gravísimo deterioro del país, inhabilitándolos para el ejercicio de cargos públicos. ¡Alguna vez habrá que poner tope a tanta tropelía!
Todos contra el líder popular
Vamos a sufrir restricciones, recortes. Lo sabemos. Tendremos que apretar aún más el cinturón y renunciar a muchas cosas de la vida diaria, pero el esfuerzo será bien aceptado si se logra reducir el paro y la pobreza y aminorar el déficit público. Conozco a Rajoy: confío en que lo conseguirá. En los últimos años unos y otros intentaron neutralizarlo, inventando defectos que no tiene para desfigurar su imagen pública. De débil, nada; de pasivo, nada; de falta de empuje, nada; de escaqueos, nada, y mucho menos de falta de capacidad. Todos estos defectos se los ha inventado la izquierda para minar la personalidad del líder popular, y también la derecha tonta, esta en defensa de su muy reducido feudo. Esa derecha, repelente para un demócrata, aprovechó las acusaciones del adversario para incorporarlas a su vocabulario en contra de su presidente.
Mariano Rajoy, debo decirlo, porque lo conozco bastante bien, es un político de esmerada educación, cortés y correcto. Comedido en la expresión, sí, pero rotundo cuando hay que actuar. Además de poseer amplia cultura y una experiencia política envidiable, es inteligente, aunque no suele hacer ostentación de sus virtudes. Le gusta más pensar y hacer que figurar sin razón que obligue. Su bandera es la justicia social y en su conducta predomina la solidaridad. Es un perfecto humanista cristiano. Es todo un hombre de Estado. Con el tiempo los españoles podrán cerciorarse de que han ganado un buen gobernante.
Gasto desorbitado
Como simple ejemplo de la herencia que el futuro presidente del Gobierno va a recibir relaciono a continuación parte de las instituciones sobre las que habría que actuar de manera inmediata, suprimiendo unas y deshinchando otras, con el fin de aumentar los ingresos de la Administración y acabar con un gasto desmesurado. Helas aquí:
-En
España hay unos 78.000 representantes públicos, de los
que más de un 95 por ciento están en los ayuntamientos. Suman unos
74.000 entre alcaldes y concejales.
-Las
cortes españolas tienen 259 senadores y 350
diputados.
-Las diecisiete
autonomías soportan nada menos que a 1.206 parlamentarios,
y hay además 1.031 diputados provinciales en las diputaciones.
-En
el Parlamento Europeo España tiene 54
eurodiputados.
-Los sueldos de
los políticos nos cuestan anualmente unos ¡3.000 millones de
euros!
-Hay
más de tres
millones de funcionarios distribuidos
por las administraciones públicas del país, y un millón más de
funcionarios interinos o provisionales. Sus sueldos, más los gastos
que ocasionan, nos cuestan cada año alrededor de 125.000
millones de euros.
-El
número de liberados sindicales asciende a más de
50.000, y su coste se estima en unos 1.600 millones.
-Las 13
televisiones autonómicas que hay en el país nos costaron
en 2010 a los españoles unos 1.900 millones de euros, y tienen una
deuda de ¡1.500 millones!
Pluralidad parlamentaria
Todo esto en cifras estimativas, más bien a la baja, porque hay otras muchas empresas y organismos que se benefician del erario público y sobre los que tendrá que actuar el nuevo Gobierno. Una actuación –hay que subrayarlo- en la que también debieran de implicarse los partidos de la oposición.
Aunque sigue el bipartidismo, el Parlamento español se ha hecho más plural. Aumentó el número de partidos y de portavoces, lo cual siempre es bueno en democracia. Rajoy tiene enfrente a políticos como Rubalcaba, hábil, maniobrero y lastrado por un pasado lleno de sombras. A un Cayo Lara más carismático que su predecesor Llamazares, de verbo ágil y encendido, que va a representar a una izquierda altamente social y beligerante, pero con los pies puestos en el suelo. Y a los catalanes de CiU, los unionistas de Rosa Díez, y los representantes de partidos vascos y navarros del nacionalismo moderado y del radical. Todos ellos tienen ante sí la oportunidad de contribuir con sus propuestas a encontrar la salida del oscuro túnel en el que nos ha metido el anterior gobierno.
El pasado mes de septiembre, el editor del diario La Voz de Galicia, Santiago Rey, mostraba su hartazgo por la grave situación económica y social de España. Era duro y contundente en sus acusaciones, pero estaba lleno de razón. Le toca ahora a Rajoy y a su partido devolverle al país una normalidad que nunca debió llegar a los actuales extremos de deterioro. La crisis económica mundial, y en particular el desastroso gobierno Zapatero, fulminaron el bienestar de un pueblo que vivía feliz en su quebradizo nirvana.- JT
Pluralidad parlamentaria
Todo esto en cifras estimativas, más bien a la baja, porque hay otras muchas empresas y organismos que se benefician del erario público y sobre los que tendrá que actuar el nuevo Gobierno. Una actuación –hay que subrayarlo- en la que también debieran de implicarse los partidos de la oposición.
Aunque sigue el bipartidismo, el Parlamento español se ha hecho más plural. Aumentó el número de partidos y de portavoces, lo cual siempre es bueno en democracia. Rajoy tiene enfrente a políticos como Rubalcaba, hábil, maniobrero y lastrado por un pasado lleno de sombras. A un Cayo Lara más carismático que su predecesor Llamazares, de verbo ágil y encendido, que va a representar a una izquierda altamente social y beligerante, pero con los pies puestos en el suelo. Y a los catalanes de CiU, los unionistas de Rosa Díez, y los representantes de partidos vascos y navarros del nacionalismo moderado y del radical. Todos ellos tienen ante sí la oportunidad de contribuir con sus propuestas a encontrar la salida del oscuro túnel en el que nos ha metido el anterior gobierno.
El pasado mes de septiembre, el editor del diario La Voz de Galicia, Santiago Rey, mostraba su hartazgo por la grave situación económica y social de España. Era duro y contundente en sus acusaciones, pero estaba lleno de razón. Le toca ahora a Rajoy y a su partido devolverle al país una normalidad que nunca debió llegar a los actuales extremos de deterioro. La crisis económica mundial, y en particular el desastroso gobierno Zapatero, fulminaron el bienestar de un pueblo que vivía feliz en su quebradizo nirvana.- JT