Esto no va contra nadie. Pero por esos ripios sería denunciado y castigado si su contenido se lo espeto de viva voz a un político. Ahora bien, la cosa cambia cuando me consideran artista. O sea, cuando, en vez de decírselo en público a una persona o institución, o difundirlo por medio escrito o hablado, lo hago cantando rap, como pasa en la vida real. Estos días, grupos de jóvenes recurren a la violencia callejera para protestar por el encarcelamiento del rapero catalán Pablo Hasél. Les parece injusta la medida y como protesta rompen, destrozan y queman todo lo que encuentran a su paso. Actúan movidos, ellos y ellas, mequetrefes dañinos, por el respaldo de políticos como el podemita Pablo Echenique. Este diputado apoya en sus mensajes a los revoltosos violentos, quienes, según él, están pidiendo justicia y libertad de expresión.
Un rapero baladrón, cargado de odio
Nadie en su sano juicio animaría al rapero provocador y baladrón a seguir vomitando odio. Solo el necio podría hacerlo. Y me pregunto si es artista un tipejo que farfulla textos de enaltecimiento del terrorismo y desea la muerte de jefes de Estado y de otros altos cargos. ¿Es libertad de expresión insultar, injuriar, amenazar aunque sea cantando...? ¿Oiga, pero canta? ¿Se puede llamar canto, arte, a esa forma monótona y absurda, provocativa e injuriosa, de atacar a todo lo que uno desprecia? Podemos ya expresó su deseo de naturalizar el insulto. Ahora, ese partido con sillones en el gobierno proclama la necesidad, o más bien la necedad, de dar alas legales a lo que sus portavoces llaman libertad de expresión, para poder insultar, sin caer en la injuria, a toda persona o institución que no sea de su cuerda.
La vida pública se degrada en España a pasos agigantados. Ya es hora de que se imponga la sensatez en gobernantes y oposición. Si Rivera, y en su día Casado, cuando ambos tuvieron la oportunidad, hubiesen ayudado a Sánchez a librarse de independentistas y comunistas, hoy no estaríamos lamentando la degradación social, una vía muy peligrosa que puede conducirnos a objetivos indeseables. Ostentar el poder es el fin de todo político. Pero hay situaciones que exigen renunciar a esa meta si el bienestar social y económico corren peligro. Y ese peligro sigue latente por la pandemia, pero también, y en gran medida, por el pacto de socialistas con grupos revoltosos y con anacrónicos libertadores de pueblos oprimidos por la patria ladrona.
Pedro Sánchez, ¿dónde estás? ¿Por qué no reaccionas? Habla, di algo más que una breve condena, actúa, porque la España próspera se te va de las manos.--JT