viernes, 12 de febrero de 2021

Casado o los titubeos de un líder inconsistente

El señor Casado, presidente del PP, está alfombrando a la izquierda el camino hacia la perpetuidad en el poder, le ayuda con sus opiniones cuando, como líder del segundo partido más votado de España, debiera sopesar lo que dice antes de hacerlo público. A veces sus declaraciones refuerzan la duda sobre si posee suficiente madurez para gobernar el país. Y la verdad es que algunas palabras suyas muy recientes acentúan el temor a un nuevo fracaso electoral del centro derecha. Más de una vez dejó perplejos a muchos votantes, como el día en que se despachó a bocajarro y con inusitada dureza contra Vox en el Congreso.

Ahora ha vuelto a sorprender con su opinión sobre el presente y futuro del partido, involucrado en asuntos de presunta corrupción. Pablo Casado se desmarca de él, alegando que no es el PP actual, el que él preside, que ese era otro PP. Evidente. Es un matiz innecesario. ¿Pero, otro Partido Popular u otros dirigentes?, porque el partido es el mismo, no sus directivos. Craso error de este político. Cuando media España está pendiente de su posición sobre tan delicado asunto, no se la puede defraudar quitándose de encima el peso de un pasado muy reciente. Y, además, casi despreciando al partido del que es máximo representante y cuya honradez, dignidad y prestigio debiera defender, aunque condene, eso sí, las excepciones.

Tan duras o quizá más han sido sus palabras sobre la actuación del gobierno presidido por Rajoy el día del referéndum ilegal de independencia en Cataluña. Casado dice ahora que no estaba de acuerdo, que él no quiso hablar en su momento sobre esas medidas, porque no las compartía. Pues si estaba en desacuerdo, si era tan grande su discrepancia con el jefe, ¿por qué no se fue del PP y fundó otra fuerza política? ¿Cuál era la solución que tenía Casado para impedir una consulta manifiestamente inconstitucional? Eso no nos lo dice. Se limita a manifestar públicamente que no estaba de acuerdo con las medidas adoptadas.

Este PP, antes AP, costó a su fundador Manuel Fraga muchos años de tensiones y la renuncia a liderar a nivel nacional el ideario liberal-conservador, espacio de centro que hoy parece defender Casado. Echar balones fuera, cuando los votantes esperan de él una defensa inequívoca del partido, suena a debilidad, a fraude. No defiende ni siquiera a Mariano Rajoy, su exjefe. Da la sensación de que esta derecha siente pavor a ser calificada de corrupta, cuando en otros partidos hubo y hay tanta o más corrupción que en el PP. El pasado hay que asumirlo, sea favorable o perjudicial. Hacerlo objeto de indiferencia o, lo que es peor, renegar de él, facilita el trasvase de votantes a partidos de proceder más consistente que el PP del señor Casado.- JT