Pujol deberá actualizar su libro de memorias con el epílogo de su triste final político.(Foto Euronews) |
Que el hombre no tiene peor enemigo que él mismo parece
estar bastante claro. Lo dijo hace muchos siglos Cicerón, y hoy se comprueba la
certeza de esa sentencia en el ámbito de los regímenes democráticos donde la
pureza de los comportamientos de sus gobernantes debiera de ser intachable. Pero
no es así. A diario vemos cómo personas de reconocida solvencia política caen
en el pozo del deshonor. Tal es el caso del expresidente Jordi Pujol i Soley, fundador de CdC y Molt Honorable mandatario autonómico. Hasta hace unos días era ejemplo
de seriedad y eficacia en la gestión pública y paladín de la cultura y el
bienestar social y económico de Cataluña. Hoy, tras confesar que defraudó a la
hacienda pública durante más de treinta años, aparece en escena el otro Pujol, el
Pujol enemigo de sí mismo que nos muestra la cara amarga de una doble personalidad.
Conocí al President en Santiago de Compostela, en
la primavera de 1992, cuando compitió con Manuel
Fraga por la presidencia de la Asamblea de Regiones de Europa (ARE). Pujol gozaba
ya entonces de un gran prestigio como político y como gobernante. Y creo que fue la buena imagen que tenía en Europa
lo que le proporcionó la victoria frente a un potente adversario. Pero también,
y todo hay que decirlo, ayudaron decididamente las conspiraciones de democristianos
y liberales capitaneados por el alemán Erwin
Teufel contra Fraga, y la renuncia en el último momento del PSOE a respaldar
la candidatura del político gallego, que había obtenido la promesa de apoyo
socialista de Manuel Chaves, lo que le hubiera dado una victoria segura.
Recuerdo que en el lujoso Hostal
de los Reyes Católicos de Santiago la suite de Teufel (apellido alemán que
significa diablo) se convirtió en el centro de la conspiración.
Allí, y en otros lugares del hotel y de la ciudad, confabulaban unos y otros
para respaldar a Pujol y rechazar a Fraga. El entonces presidente de la Comunidad
de Madrid, Joaquín Leguina,
participó activamente en estas elecciones no sé si para ratificar el respaldo
de Chaves a Fraga o para rechazarlo.
Como ahora se ha sabido,
Pujol ya era entonces un político que no dudó en atesorar una fortuna fuera de
España sin tributar al erario público. En aquellas elecciones presidenciales de
la ARE, la defensa del europeísmo y la democracia de la que el Molt Honorable President hizo gala se
hubiera convertido en patraña si el Pujol amigo no dejase a su otro yo enemigo
ocultar un hecho tan claramente delictivo: la defraudación a Hacienda. Pero
Pujol, no seamos ingenuos, no es un caso aislado ni un caso aparte. En España abundan
por doquier los defraudadores. No olvidemos que la mordida del tres por ciento o
porcentaje mayor a cambio de favores fue –y quizá lo siga siendo- una referencia
a seguir para gobernantes de todos los niveles e ideologías.- JT