¿Se nos ha olvidado a los españoles el significado de este término, lo desconocemos, es un arma para combatir el fascismo? Pero ¿quién es fascista?, me preguntan a mí. Y yo respondo: fascista eres tú. ¿Yo…?, dice sorprendida mi interlocutora. Pues sí, tú eres fascista, repito. Y lo eres porque te escudas en ese adjetivo para defender una honorabilidad política de la que careces. ¿Acusas de fascista a la derecha? ¿Tienes una mente tan oprimida que no te deja pensar sobre la realidad de la sociedad española? ¿Acaso son fascistas todos los que no piensan y no actúan como tú?
Cada jornada que pasa se oyen majaderías por doquier. Aquí, en la España actual, abundan los profesores, los doctores, los cerebros magistrales que no ven más allá de su escasa formación y del odio que parecen profesar a todo lo que no son ellos, ellas y elles. En primer lugar recomendaría a la proponente de esa asignatura que vuelva a estudiar, que repase a fondo lo que ha aprendido sobre regímenes políticos si algo de ello sabe. Que ahonde en el conocimiento desde un punto de vista objetivo del comunismo, del socialismo, del nazismo, del fascismo, del liberalismo… En dichos y hechos. Y en todas sus praxis, no solo en las teorías. Lo que hicieron unos y otros a lo largo de la historia.
Señora Díaz, no pretenda obtener una victoria en las primarias andaluzas de su partido usando y acusando a los demás con términos cuyo verdadero significado usted parece o desea ignorar. Vuelva a clase y estudie. Pero estudie ciencia política e historia sin manipulaciones, sin esa tergiversación que unos y otros utilizaron para formar a la juventud en sus ideologías. Ser español, defender España, cuidar su integridad; abogar por una sociedad honrada, noble y feliz, basada en conceptos de limpieza cívica y moral, fraternal y libre, no es ser fascista. Porque si me lo pregunta, si quiere saber qué es, volveré a repetirle: fascista eres tú.
El profesor del lado oscuro
Una tarde de primavera, cuando me encontraba como buen madrileño bebiendo mis cañitas y saboreando sabrosos berberechos de una ría gallega, escuché a dos clientes enfrascados en una discusión. Gritaban a veces y reían. Llamaban tanto la atención, que decidí acercarme a ellos para participar de su charla. El tema se me hacía conocido. Trataban de averiguar la identidad del ministro de Universidades de España. ¿Sabe usted quién es y cómo se llama?, me preguntaron. Lo sé, lo sé -respondí-, es un venerable podemita catalán. ¿Y cómo se llama?, repitieron. Pues, lo confieso, pero ahora no recuerdo su nombre. ¡Ya, ya, en eso estamos Roberto y yo! Tratamos de recodar nombres de ministros, pero nada, no damos con muchos de ellos. Son tantos, que es difícil memorizarlos todos. Aclarado el asunto, mis dos interlocutores preguntaron a los demás clientes cómo se llamaba ese ministro. Pero, ¡caray!, ni uno fue capaz de dar su nombre. El señor Castells hace tan buena y provechosa política universitaria, que hasta los más enterados no saben quién es ni cuál es su nombre. Parece mantenerse a buen recaudo en el lado oscuro del gobierno.- JT