lunes, 2 de noviembre de 2020

Protestas violentas por anular libertades fundamentales

Llevamos ya tres noches de protestas violentas en varias ciudades españolas. La masa humana se desborda, rompe, asalta, roba, incendia… y es a las fuerzas del orden a las que les toca repeler a los asaltantes de calles, tiendas y mobiliario urbano. Los políticos, a su palabra. Descalifican a los violentos, algunos los encuadran ideológicamente, pero no hay nada más. Los encuadran en la extrema derecha y en la extrema izquierda, pero sin dar pruebas de su acusación. 
    España está sufriendo los asaltos de un carajal movido por fuertes deseos de protesta y rechazo a la situación del país. Gobierno y partidos condenan los incidentes con palabras, sólo palabras, pero no toman medidas urgentes y eficaces para acabar o al menos reducir el penoso estado económico y el no menos controlado y disminuido bienestar. El estado de alarma restringe libertades. Y si a esto añadimos el desempleo juvenil, incrementado con el cierre de muchas empresas y pequeños negocios, no debe entonces extrañar que se arme la de Dios es Cristo, como ocurrió en el concilio de Nicea del que Arrio salió hereje. 

"Ni izquierdas ni derechas, somos de abajo",
dice la pancarta (Foto Cadena SER) 
Lo peor que le puede pasar a nuestros jóvenes es no tener un puesto de trabajo que les permita independizarse de sus padres y crear una familia. Sin ingresos económicos, la vida se complica, no hay estímulo que impulse a seguir por cauces de normal convivencia. Y si además se les corta el único aliciente que les queda, la libertad de tránsito y reunión, no debe sorprender que haya reacciones como las de estos días. El caso de los hooligans tiene su propias características. Disfrutan de la violencia porque se han acostumbrado a ejercerla para defender a sus respectivos equipos. Poseen esa sinrazón del hombre masa de la que nos habló Ortega. Lo que su equipo perdió en el campo, quieren después ganarlo atacando agrupados a los seguidores del conjunto rival. 

Ni trabajo ni comida
    Los disturbios de estos días son intolerables. Habrá que tratar de evitarlos en el futuro de manera democrática y eficaz, no con palabras condenatorias y frases para la hemeroteca. Aunque mucho me temo que la situación se complique con este gobierno que nos toca aguantar. Además de la escasez de trabajo, la carencia de dinero para comer en millones de hogares, cuyo único recurso son los bancos de alimentos, puede encender la mecha de una violencia de extremos insospechados. 
    El hombre primitivo formaba grupos de cazadores-recolectores, vivía en masas organizadas que seguían fielmente a sus líderes. En lo sucesos de estos días no hay líder físico, pero los alienta un denominador común: el sometimiento a unas restricciones duras de acatar entre los jóvenes. Por otra parte, la herencia del homo sapiens sapiens que llevamos dentro, con toda su carga de primitivismo, aflora en toda su irracionalidad cuando se ven coartados derechos fundamentales como los de reunión y tránsito, por mucho que se justifiquen, en la lucha contra la pandemia. Lo hemos visto en los sucesos del fin de semana, donde ese hombre masa orteguiano, el hombre de la sinrazón, se dedicó instintivamente a ejercer la violencia en calles y comercios de España destruyendo y robando todo lo que hallaba a su paso.- JT