miércoles, 19 de junio de 2024

Felipe VI, un rey admirable defensor de la democracia

La familia real en el acto conmemorativo del X aniversario. Foto ABC
 Felipe VI es uno de los mejores reyes que ha tenido España. Acaba de cumplir diez años de reinado desde el día en que recibió el nombramiento, tras la abdicación de su padre Juan Carlos I. Si echamos una mirada a nuestra historia, comprobaremos que hemos tenido en total veinte monarcas en los últimos quinientos años, desde el final del reinado de los Reyes Católicos. Sus procedencias incluyen cuatro dinastías, las de Trastarama, Austria, Saboya y Borbón. De la última procede el monarca actual, Felipe VI, un rey que en mi opinión y en las de otros muchos españoles es un monarca admirado por su excelente quehacer y comportamiento como Jefe del Estado.

Su padre y él son los únicos monarcas que han podido reinar en tiempos de democracia, es decir, dentro de un sistema político en el que la soberanía de la nación le corresponde al pueblo, del que a su vez dependen los tres poderes fundamentales que son el legislativo, el ejecutivo y el judicial. El rey es el principal representante de España. Él no gobierna, pero está sometido al respeto absoluto a la Constitución.

Felipe VI es un rey excepcional en todos los sentidos. En los diez años que lleva de reinado ha sabido ejercer su labor representativa con gran eficacia. Aunque rechace acciones del gobierno que preside Pedro Sánchez, se muestra respetuoso con ellas y sobre todo mantiene inalterable su acatamiento a la Constitución. El último caso: la amnistía. ¿La considera legal y aceptable? Lo ignoro. Pero si personalmente no la aceptara, tendría que abdicar. Así, pues, ratificó su aprobación cumpliendo lo establecido en nuestra Carta Magna, que obliga al Jefe del Estado a firmar las leyes que apruebe el Parlamento.

Conocí personalmente a Felipe VI y a su esposa cuando eran príncipes. Eran personas de excelente trato, comunicativas, sencillas, dialogantes y de buen decir y hacer. Ya entonces me entusiasmó pensar que ambos serían reyes de España cuando llegara el momento del cambio. Y así fue. Tener como principales representantes de nuestra nación a estas dos personas, es una gran satisfacción para la inmensa mayoría de los españoles. Pero hay excepciones, como suele suceder en sociedades democráticas donde actúan minorías ansiosas de imponer sus ideologías, sustituyendo la monarquía por una república. Son comunistas, separatistas, filoetarras, etc., grupos radicales que tratan de aprovechar la debilidad ideológica del actual gobierno para lograr su objetivo.

Estos grupos de ultraizquierda intentan ahora ganar la guerra que perdieron hace más de ochenta años. Buscan por todos los medios la manera de acabar con nuestra monarquía, para imponer un régimen que tuvo ya España en dos ocasiones, la república, y que en ambas acabó en estrepitoso fracaso. Esas mozas podemitas, por ejemplo, que claman por el cambio político en España, han tenido cierto respaldo de seguidores en las elecciones, hasta que estos se dieron cuenta del fallo que cometían y se redujo drásticamente ese apoyo. Caso similar es el de Sumar, grupo político comunista perdedor de votos de manera rotunda cada vez que se celebran nuevas elecciones.

En fin, en una democracia clara y limpia la soberanía está en manos del pueblo. Vamos, pues, a confiar, en que tarde o temprano la monarquía española se consolide de manera firme, dirigida por un excelente monarca, el rey Felipe VI, respetado y respaldado por la inmensa mayoría de ciudadanos españoles.- JT

martes, 4 de junio de 2024

Uso de expresiones denigrantes y soeces en la política

Cada día que pasa es mayor mi preocupación por el futuro de España. Se discute, se aprueban leyes anticonstitucionales y, además, hay constantemente enfrentamientos orales repletos de insultos, palabras gruesas y frases groseras y soeces. Las últimas las lanzó una ministra de poco peso y de aparente escasa capacidad intelectual. Que en la sede de un parlamento, en plena sesión, esa señora aliente a su jefe a enviar a la mierda al líder principal de la oposición, denota el nivel al que España ha llegado con este gobierno. Días antes, un compañero de esa parlamentaria elogió a Pedro Sánchez calificándolo de puto amo. Fue el ministro de Transportes, señor Puente.

La palabra puto o puta hay quien la usa en expresiones generalmente denigrantes, aunque en el caso del señor ministro tuvo un significado diferente, es decir, trató de elogiar con ese calificativo a su jefe y señor. Pero quienes conocemos la lengua del país, la segunda más hablada en el mundo, después del inglés, damos un sentido negativo a su uso. Por ejemplo, cuando decimos que no tenemos un puto duro, o que tuvimos puta suerte. O bien cuando a uno lo han despedido de su trabajo y hay quien dice que lo echaron a la puta calle.

Pero si esa expresión del ministro ensució el nivel de civismo que uno espera de tan alto cargo, peor aún ha sido la frase de Yolanda, la vicepresidenta segunda del señor Sánchez, cuando aconsejó a su jefe, en sesión parlamentaria, que envíe a la mierda a Feijoo, líder del PP. Oír de nuevo, en este caso a una ministra, emitir una frase tan soez, denota el bajo nivel de nuestros gobernantes. En mi opinión, un político, hombre o mujer, que demuestre poseer estilo y personalidad para ejercer el cargo, debe poseer al menos un comportamiento similar o igual al de un buen diplomático. ¿Alguien elogiaría a un embajador, por ejemplo, que envíe a la mierda públicamente a una persona de la que no desea aceptar sus propuestas?

Foto El Español
Deber, disciplina, fiabilidad, orden y en especial extroversión son características de un diplomático y también de un buen político. La persona extrovertida es sobre todo sociable, vital y sabe disfrutar de la amistad. Ahora, quienes militan en el sanchismo, parecen poseer un sentido opuesto al de un diplomático. Atacan duramente a su adversario, usando gruesas expresiones, mentiras, insultos, y también su gran ambición por mantenerse en el cargo que ocupan. Enviar a la mierda a un político oponente abre, a quien lo dice, una fosa electoral a la que caerá fácilmente. Y perderá entonces su anhelo por seguir gobernando el país. Usar calificativos sucios e insultantes, del más bajo nivel expresivo, contribuye, pues, a que los autores acaben perdiendo los votos que los alzaron al poder.- JT