La profesión periodística está en mínimos. El año pasado se
perdieron en España unos seis mil empleos, cerraron cincuenta y dos medios de
información, y hubo veintitrés ERE. ¡Vaya escabechina! Ahora vienen las
lamentaciones y la protesta unánime por una situación que ha puesto a miles de
profesionales en la calle. Hay que ver cómo estaban –y aún siguen estando- los
kioscos en las últimas décadas. Sus estanterías y paneles lucían repletos de revistas
y diarios. Allí estaban todos representados: los escasos medios independientes,
los lobbys políticos y económicos, y
toda suerte de grupos lagoteros beneficiados por el poder.
Sin periodistas no hay
periodismo; sin periodismo no hay democracia, rezaban las pancartas exhibidas
en las protestas públicas de los profesionales que se echaron estos días a la
calle en muchas ciudades de España. ¿Tienen razón? ¿Son reales sus afirmaciones?
Reflexionemos sobre el sentido de estas frases. No hay periodismo sin periodistas. Bueno, si admito que no, es
decir, que no lo hay, los colegas me aplaudirán; pero si afirmo lo contrario, la
cosa cambia: me considerarán un renegado de la profesión. Mas lo cierto es que
estamos viendo cómo hay periodismo sin verdaderos periodistas. En los medios proliferan
desde siempre los intrusos, que en menor, igual o mayor medida que el titulado contribuyen
a sacar adelante un periódico o un informativo de radio o televisión. Han
entrado por la puerta falsa, muchos carecen de titulación, de estudios, y hasta
no tienen la debida formación cultural y técnica que su trabajo debe de
exigirles, aunque muchos la adquirirán con la práctica.
UN TEMA REPETITIVO
UN TEMA REPETITIVO
Cabe admitir que, cuando no había escuelas especiales de periodismo,
accedieran a las redacciones los listillos de turno, los buscadores de empleo, o
simplemente quienes, en el decir de otros tiempos, se hacían periodistas porque
no servían para otra cosa. Pero desde el momento mismo en el que la profesión fue
regularizada, primero con la creación de escuelas especiales, y después con el traslado
de los estudios a la universidad, no se entiende cómo los profesionales no fueron
capaces en tantos años de acabar con el intrusismo. Desde finales de los sesenta,
todas y cada una de las asociaciones de periodistas han venido tratando este
tema en sus asambleas con la intención de dignificar una profesión muy puteada
por los poderes públicos y económicos, sometida por esos grupos fácticos que no
quieren voces libres e independientes. Llegados al día de hoy, la titulación
universitaria como exigencia ineludible en las redacciones sigue
siendo una pompa de jabón que cualquier político u empresario puede deshacer de
un soplido.
Los periodistas, admítaseme, tienen buena parte de la culpa de sus propios padecimientos. Porque, por miedo a perder el puesto, por insolidaridad, o por dar jabón al empresario o al político de turno carecieron de fuerza y eficacia en su lucha por el amparo legal, sin lograr un nivel de seguridad similar al de abogados, médicos, jueces o arquitectos, por citar unos ejemplos. Así, las redacciones se llenaron de intrusos, o más bien de oportunistas de escasa o nula experiencia, sin que hubiera una oposición efectiva de los profesionales con estudios y titulación. Hoy se paga con lágrimas lo que ayer simulaba amenaza y peligro, pero, como había trabajo para todos, se vivía felizmente en un mundo husleyano. Hay que admitir, no sin tristeza, que el túnel por el que hoy se circula es largo y la luz no se ve por ningún lado. El desempleo y la desaparición de medios, bien sea por las razones apuntadas; bien, y sin duda, por la crisis que atenaza nuestra economía, ambas cosas están causando gran daño a una profesión aherrojada por políticos y legisladores.
PERIODISMO SECTARIO
Los periodistas, admítaseme, tienen buena parte de la culpa de sus propios padecimientos. Porque, por miedo a perder el puesto, por insolidaridad, o por dar jabón al empresario o al político de turno carecieron de fuerza y eficacia en su lucha por el amparo legal, sin lograr un nivel de seguridad similar al de abogados, médicos, jueces o arquitectos, por citar unos ejemplos. Así, las redacciones se llenaron de intrusos, o más bien de oportunistas de escasa o nula experiencia, sin que hubiera una oposición efectiva de los profesionales con estudios y titulación. Hoy se paga con lágrimas lo que ayer simulaba amenaza y peligro, pero, como había trabajo para todos, se vivía felizmente en un mundo husleyano. Hay que admitir, no sin tristeza, que el túnel por el que hoy se circula es largo y la luz no se ve por ningún lado. El desempleo y la desaparición de medios, bien sea por las razones apuntadas; bien, y sin duda, por la crisis que atenaza nuestra economía, ambas cosas están causando gran daño a una profesión aherrojada por políticos y legisladores.
PERIODISMO SECTARIO
Sin Periodismo no hay
democracia, reza la segunda sentencia de los manifestantes. Pero hay que
añadir un matiz: sin periodismo independiente
y libre. Porque el actual, en gran parte sectario, es antidemocrático
cuando se encubre como neutral sin mostrar su tendencia política o la identidad
de la bandería a la que sirve. En un programa de Veo Televisión, del diario El
Mundo, contemplé por primera vez un hecho excepcional: su conductor, Carlos
Cuesta, al comienzo de su intervención, confesó ser de derechas. Simple y
llanamente. Sin perjuicios. Sin temor al qué dirán. Fue todo un ejemplo de honradez
profesional. Si todos se comportaran así, mejor le iría a nuestra débil
democracia.
Lo malo es que al paso que vamos no me extrañaría que la
sociedad recuperase el concepto que tenía antaño del profesional de la
información. Es tan fuerte la destrucción de empleo, son tan profundos y crueles
sus resultados y tantos los profesionales que pierden su trabajo, que acabarán
causando lástima y siendo objeto de acciones misericordiosas
como la que se cuenta de la duquesa de Medina Sidonia, quien, al avisarle de que habían llegado a su palacio
los periodistas de Madrid, no se le ocurrió otra cosa que exclamar:
“¡Pobrecitos, denles algo de comer!” - JT
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P.D.- Al regreso de un largo y
enriquecedor viaje por tierras del sur me encuentro con la desaparición de mis mascotas,
Gumersinda y Agripina. Parece ser que en mi ausencia me han puesto a parir.
Cuando las pille, van a estar dos meses leyendo sin descanso el Ulises en verso de Joyce. A ver si así dejan de cotillear.
Y si además de insolidarios y sectarios hay muchos periodistas que agregan a sus aptitudes un grado de incultura elevado, pues apaga y vámonos. Mal se lo fio a vuestra profesión. JOSE LUIS
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