Mercedes: yo también soy montañero, como tú. He entregado desde joven mi vida a la montaña y puedo decirte, estimada presentadora, que el alpinismo forja voluntades, y es, sobre todo, una escuela de solidaridad, de afecto y de compañerismo. Si has hecho tanta montaña como dices, y si has llevado contigo a gente joven, habrás observado la gran diferencia que hay entre esas personas y las que están encerradas en la jaula dorada de Guadalix. Estas reaccionan como tigres/tigresas acosados (as) y ensucian a menudo sus bocas con un lenguaje agresivo y asaz obsceno. ¿Por qué hay que mostrarlas precisamente a ellas? ¿Es esa realmente nuestra juventud, la juventud de la España moderna y democrática, o más bien se trata de un producto inhabitual, elegido deliberadamente por los autores del programa para causar sensación y atraer audiencia? Porque tú, como periodista, estimada presentadora, sabes bien que si el hombre no muerde al perro, sino al revés, la noticia pasa inadvertida. Y en este caso, si en Guadalix todo transcurre con sosiego, en grata y apacible estancia, no hay público. Pero si se intercambian a menudo entre ellos (as) insultos y amenazas, usando un lenguaje soez, más propio de gente insociable que de jóvenes en edad prometedora, pues la cosa funciona.
Normativa sancionadora
Bien, aceptemos que el canal necesita audiencia para recibir publicidad con la que poder subsistir. Pero, aún siendo así, nada justifica los gruesos y malsonantes improperios que se lanzan unos a otros. ¿Por qué no establecéis una normativa sancionadora, de manera que, por ejemplo, se le asignen puntos negativos a cada concursante por cada taco que largue, y que esos puntos decidan su nominación? Que discutan, que polemicen, que desencadenen tensiones o que se lancen fuertes reproches si la situación lo exige, pero, por favor, moderen sus palabras, sus insultos; limpien sus lenguas: supriman esas expresiones propias de gente del más bajo nivel.
Normativa sancionadora
Bien, aceptemos que el canal necesita audiencia para recibir publicidad con la que poder subsistir. Pero, aún siendo así, nada justifica los gruesos y malsonantes improperios que se lanzan unos a otros. ¿Por qué no establecéis una normativa sancionadora, de manera que, por ejemplo, se le asignen puntos negativos a cada concursante por cada taco que largue, y que esos puntos decidan su nominación? Que discutan, que polemicen, que desencadenen tensiones o que se lancen fuertes reproches si la situación lo exige, pero, por favor, moderen sus palabras, sus insultos; limpien sus lenguas: supriman esas expresiones propias de gente del más bajo nivel.
Después de lo dicho, debo admitir que el programa tiene su interés porque nos da a conocer los comportamientos, forma de vida, problemas e ilusiones de una parte de nuestra juventud, de una juventud muy distinta en conducta y en palabras de la que tú debes de conocer de la montaña, aunque quizá en el fondo no haya entre ambas grandes diferencias. Acabar, pues, con ese lenguaje soez, impropio de personas educadas, sería un buen objetivo para ese equipo de profesionales enfrascado desde hace años en la realización de un polémico pero exitoso espacio televisivo. Es una sugerencia, compañera de horizontes montañeros, y también, ¿por qué no?, el deseo de un espectador.
La montaña, forja de voluntades
Por cierto, ¿puede haber mayor deleite, por ejemplo, que el de la contemplación del sol declinando, desde la pequeña cima del Monte Perdido, con la inmensa falla de Ordesa a tus pies? ¿Puede haber mayor gozo para cuerpo y espíritu que el de la observación desde la cumbre suiza del Matterhorn, pegado a su cruz, de un territorio alpino, gélido pero subyugante, estremecedor en suma, de tantos y tantos cuatro miles nevados y en caótica ordenación?
En fin, a todos esos jóvenes malhablados e insolentes les vendría muy bien formarse en la montaña, vivir la experiencia de la necesidad, del gozo y la desazón; de los fríos extremos que conducen al aterimiento del cuerpo. Me refiero a esa montaña que tú conoces, por lo que he leído en tu blog: la de la solidaridad y la generosidad. La hermosa. La que es forja de voluntades y aliviadero de odios y rencillas. Llévalos alguna vez a ella: tal vez aprendan a convivir en armonía y a comunicarse sin emplear insultos ni expresiones soeces. Saludos de JT.
La montaña, forja de voluntades
Por cierto, ¿puede haber mayor deleite, por ejemplo, que el de la contemplación del sol declinando, desde la pequeña cima del Monte Perdido, con la inmensa falla de Ordesa a tus pies? ¿Puede haber mayor gozo para cuerpo y espíritu que el de la observación desde la cumbre suiza del Matterhorn, pegado a su cruz, de un territorio alpino, gélido pero subyugante, estremecedor en suma, de tantos y tantos cuatro miles nevados y en caótica ordenación?
En fin, a todos esos jóvenes malhablados e insolentes les vendría muy bien formarse en la montaña, vivir la experiencia de la necesidad, del gozo y la desazón; de los fríos extremos que conducen al aterimiento del cuerpo. Me refiero a esa montaña que tú conoces, por lo que he leído en tu blog: la de la solidaridad y la generosidad. La hermosa. La que es forja de voluntades y aliviadero de odios y rencillas. Llévalos alguna vez a ella: tal vez aprendan a convivir en armonía y a comunicarse sin emplear insultos ni expresiones soeces. Saludos de JT.
Ilustración: Mundofotos.