domingo, 6 de julio de 2025

La España castigada por políticos intransigentes

García-Page. EFE

El presidente Sánchez sigue en el puesto. No dice que vaya a abandonar el cargo. Más bien asegura que todo va bien y que España es un país de grandes beneficios económicos y sociales. Días pasados, en la celebración del Comité Federal del PSOE, la inmensa mayoría de los participantes respaldó a su jefe elogiándolo y aplaudiéndole. Hubo, no obstante, un alto cargo socialista, presidente de la Comunidad de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, que ni aplaudió ni hizo gestos de apoyo al presidente. Más bien todo lo contrario: criticó su permanencia en la presidencia de España, entre otras razones porque los problemas de presunta corrupción de algunos de sus hombres de confianza, que ocuparon altos cargos en el partido, y algunos también en el gobierno de la nación, están ya en manos de la justicia. Y quien los puso en los cargos y los mantuvo durante años fue precisamente el señor Sánchez.

¿Por qué no abandona la presidencia del la nación? Una gran parte de miembros del PSOE expresa públicamente su deseo de que la deje y convoque elecciones. Pero esta exigencia él no la acepta. Sigue en su cargo y no muestra ninguna intención de abandonarlo, por mucho que lo pidan unos y otros, tanto los políticos de centro y derecha como los socialdemócratas. En los ambientes de bares, cafés y restaurantes a los que acudo con frecuencia la inmensa mayoría de sus clientes critican a Sánchez, también al actual PSOE, y mantienen la esperanza de que este político abandone pronto la presidencia de la nación española.

Aceptar las peticiones y exigencias de los independentistas catalanes es un hecho anticonstitucional y, sobre todo, anti-democrático, cuyo resultado, en caso de producirse, deberá de acabar definitivamente con el sanchismo. España no se puede dividir en estados independientes, cuando ya tenemos diecisiete comunidades autónomas con sus respectivos gobernantes. Gobiernos que poseen sus propios parlamentos, pero sin intenciones de huir de la unidad española. Salvo, claro está, una parte del pueblo catalán y otra menor, la del pueblo vasco.

Aceptar los deseos de los independentistas, por el hecho de que sigan apoyando la presencia de Sánchez en la presidencia del Gobierno, es una acción anti-democrática y, sobre todo, antiespañola. La inmensa mayoría de los españoles no quiere separaciones, no desea ni acepta que el gobierno actual destruya la unidad de España para poder seguir en el Gobierno. Porque, de continuar por ese camino anti-democrático, al llegar al final todos acabaremos mal, muy mal, en situaciones económicas y sociales insostenibles.- JT