domingo, 22 de enero de 2012

La coherencia de Vargas Llosa y el Instituto Cervantes

      Mario Vargas Llosa ha rechazado la presidencia del prestigioso Instituto Cervantes, un organismo creado y controlado por el Gobierno. Es la segunda vez que el escritor da su negativa a tan sustanciosa propuesta. En 1996 lo propuso Aznar para ese puesto, y Mario le dijo no. Ahora le ha tocado probar suerte a Rajoy, y el Nobel, en un gesto de absoluta coherencia, dijo de nuevo que nones.
      Debo confesar que me alegro de que sea así. Me alegro de que mi admirado novelista rechace una oferta que en el caso de aceptarla le haría perder libertad e independencia, dos cualidades propias del intelectual. Y Mario lo es, además de ser también, y sobre todo, un excelso fabulador de historias -reales y ficticias- cuya lectura apasiona a millones de personas de todo el mundo. Señores del Gobierno, dejen ustedes al escritor dar rienda suelta a su fecunda imaginación, a su deliciosamente fluida lengua española y a su estilo literario rico en matices, en giros, en argots… ¡No traten de mancillar su libertad! ¡No le acoten su independencia! Dejen, pues, en paz, al gran novelista, porque los admiradores de su obra queremos seguir disfrutando de ella.
      No es acertado intentar que un prosista de la categoría de Vargas Llosa pase a depender de los políticos. Digo esto, porque la oferta que le han hecho lo situaba en la presidencia del mentado instituto, o sea, en un cargo público de pura representatividad, mientras que la dirección se la darían a un diputado del PP. O sea que Mario tendría que vérselas en su relación institucional con el representante de un partido político y dedicarse a recorrer el mundo de instituto en instituto como embajador de nuestra lengua, en laudatoria misión, pero obviamente en detrimento de su fecunda producción literaria.
      A veces, movidos por el afán de lograr éxitos rápidos y espectaculares los políticos toman decisiones sin meditar sobre las consecuencias que puedan acarrearles. En este caso, el fallido nombramiento estuvo seguido de un clamor general porque todos, al margen de sus posiciones políticas, elogiaron la decisión del Gobierno cuando el señor García-Margallo difundió a los cuatro vientos la buena nueva. Hasta el gallego César Antonio Molina, director del Cervantes en la etapa Zapatero y exdiputado del PSOE, se apresuró a afirmar que también era idea suya (¿acaso cree que Rajoy se la ha robado?) la de colocar en el instituto a figuras de la categoría de un Vargas Llosa. ¿Ha pensado este exparlamentario en lo que perderíamos si nuestro admirado Nobel se viera absorbido por la tarea de embajador cultural de España?
      Haces bien, Mario, en decir no. Sigue escribiendo, que has nacido para ejercer tan elevada tarea.  Nosotros tus lectores, que te seguimos hoja a hoja y obra tras obra, queremos continuar disfrutando de tu potencialidad creativa como prosista. No te dejes cautivar por la hermosa flor de un cargo público que mañana puede ser espina, sea quien sea el que te lo ofrezca.

Una máxima bonapartista que no hay que olvidar

Otra cosa es el inoportuno aleluya del señor García-Margallo, anunciando el fichaje del Nobel para tan sugestivo puesto cuando el tema estaba aún sin cerrar. Algo le falla al presidente Rajoy, quien por su larga experiencia en el campo de la política sabe bien que, si pierde las bridas de la prensa, no aguantará ni tres meses en el poder. (Napoleón dixit). Pues eso, presidente. Pero para seguir la máxima bonapartista hay que comenzar por el control de la propia casa, canalizando la emisión de cualquier noticia, la anuncie quien la anuncie, en una sola persona o equipo de personas que valoren su difusión y sobre todo su veracidad. No hay que poner el carro antes que los bueyes, como se hizo en este caso. Y me duele que el autor del resbalón haya sido un ministro de la categoría de García-Margallo, al que esta vez le ha fallado esa prudencia que, como buen diplomático, debe presidir todos sus actos públicos.
      Este ministro de Exteriores, diputado que fue de UCD en las Cortes Constituyentes de 1977, es uno de los mejores activos del actual Gobierno. Es el mismo que le dijo al inglés, como bromeando, ¡Gibraltar español! Pero digo yo, coño, ¿aún estamos con esas…? Dejemos al británico que siga ahí: es un buen aliado, y, además, nos cubriría el flanco sur de la Península en caso de invasión desde África.- JT