viernes, 2 de octubre de 2015

Rajoy y Aznar, las dos caras de una moneda

      Yo diría que al señor Aznar le entró la ventolera. El comunicado contra Rajoy que lanzó a las cuatro vientos tras las elecciones catalanas encierra un comportamiento difícil de entender. Fue él, precisamente él, quien en su día promovió a este político como candidato a la presidencia de España. Sin embargo ahora lo crucifica, lo trata con una desconsideración inesperada. Para mí, este proceder es bastante común entre la clase política. Hay muchos que suelen rodearse de personas a las que miman y defienden mientras les son útiles, pero cuando dejan de serlo las desprecian. Es el trato de la fregona: la mantienes en uso mientras limpia, pero cuando está gastada, cuando ya no te puede servir, la tiras.
      Conozco bien a Rajoy. Su pasividad ante asuntos de gran trascendencia para el futuro de Cataluña y España como el de la pretendida secesión catalana es falsa. Rotundamente falsa. Es uno más de los muchos inventos que sobre este gobernante han ideado sus oponentes para cargárselo. La verdad es que pocas veces en la historia de este país se ha atacado tanto a un presidente. Las izquierdas, y la derecha tonta e ingenua, han hecho frente común contra él. Los unos, para darle relevo cuanto antes; los otros, exigiéndole una actuación directa al margen de las leyes sin tener en cuenta la consecuencias que acarrearía una acción de fuerza innecesaria e ilegal. Cuando de verdad haya delito, cuando se pase a hechos consumados, seguro que se aplicará la ley. Somos europeos y vivimos en democracia. Métanse esto en la testa quienes abogan por soluciones radicales.
Dos caras de la política
      Mariano Rajoy es sobre todo un político legalista, valor muy importante en un régimen como el nuestro. Él nunca hará nada fuera de la legalidad. Culto, educado y de amable trato; comedido en las formas, buen orador e inteligente, tendría hoy una imagen muy distinta si quienes le rodean hubiesen sabido transmitir la verdadera personalidad de este líder y su gran capacidad de gobernación. Porque en política no basta con ser capaz, sino que, como la mujer del César, hay que parecerlo. Cierto que Rajoy tampoco ayuda mucho a mejorar su propia imagen pública. Ese aire de frivolidad que muestra a veces al tratar temas de gran trascendencia enerva a quienes, desde las filas de su partido, exigen soluciones rápidas y contundentes a los problemas de España. Él y Aznar son, pues, dos personalidades muy distintas, aunque defiendan los mismos ideales. Rajoy no tiene ni pizca de la prepotencia de Aznar. Y a Aznar le falta la nobleza y la humildad de Rajoy. Ambos son el anverso y el reverso de una moneda. La cara y la cruz del Partido Popular.
      La persistencia de odios, los deseos de revancha, las actuaciones malévolas y las mentiras que martirizan hoy a España lastran su tranquilo devenir. El rey Amadeo de Saboya aseveró que somos ingobernables, cuando tras su abdicación decidió volver a Italia. Su coetáneo, el canciller alemán Otto von Bismark, fue más contundente en esta sentencia que a él se le atribuye: España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a si mismo y todavía no lo ha conseguido. El día que deje de intentarlo será la vanguardia del mundo. Siglo y medio después de estas palabras, una parte imprescindible vuelve a intentar la desintegración de España. Confiemos en que la razón se imponga sobre el odio y se consolide la convivencia, serena y respetuosa, entre todos los españoles.- JT