lunes, 29 de mayo de 2017

Carta al aún políticamente inmaduro Pedro Sánchez

Los españoles ya no votamos ideologías, votamos programas. Y sensatez. ¿Se imaginan la reacción de la izquierda ante una derecha festejando brazo en alto su victoria? (Foto de El País)


      De aquél líder que surgió tras el fracaso de Rubalcaba al Pedro Sánchez actual hay un gran abismo. Entonces parecía usted predestinado a dirigir el país: joven, educado, resuelto en la forma, comedido en la expresión, con una sorprendente capacidad de aguante y, además, apuesto. Confieso que llegué a creer que usted sería el gran sucesor de Rajoy. Pero, con el tiempo, su forma de actuar y sus declaraciones cambiaron mi parecer hasta el punto de que a día de hoy no le votaría, ni de coña, para la presidencia del Gobierno. Es una responsabilidad muy seria. Y tan alta encomienda no se puede dejar en manos de personajes cuyas opiniones fluctúan como veletas giradas por el viento.
      Se lo digo porque, con su forma de actuar, ha montado usted un guirigay en su partido; lo ha montado en una formación de brillante trayectoria político-social a pesar de sus muchos altibajos. El coste de su ambición es grande, señor Sánchez. Podría equivaler a la destrucción de una fuerza política de casi 140 años de vida. El fondismo del que usted hace gala no se casa bien con la extrema terquedad que mostró en su negativa sin más a Rajoy y al PP. Hay que oponerse, claro que sí; hay que descabalgar del poder a quienes lo ejercen rodeados de corruptos, pero no por el mero hecho de hacerlo y de manera tan torpe y terca como la suya. Y menos aún usando un latiguillo tonto y hasta infantil, de cole de secundaria, el del “no es no”, sino con argumentos serios y atractivos para el votante.
      La militancia socialista, capitidisminuida en los últimos años, no le va a dar la victoria de la Moncloa. Somos los votantes, los millones de españoles que nos mantenemos a la espera del devenir del PSOE quienes diremos si usted ya es hombre de Estado con opciones de gobierno o un simple pretendiente al trono monclovita. De momento, la escena que presenciamos nos decepciona. No se comportan ustedes como buenos compañeros de viaje, sino como rivales movidos por la venganza y el rencor. Pierden el tiempo día a día en rencillas internas, en torpes enfrentamientos que pueden llevar al PSOE a una autoaniquilación, avivada por los podemitas, buitres hambrientos a la espera de que caiga la presa para devorarla. Y la presa podría caer, señor Sánchez. ¿Se da usted cuenta? Un nuevo fracaso electoral sería el acabose.

PROGRAMAS, NO IDEOLOGÍAS
      Y podría caer porque los españoles no vamos a votar a un PSOE por su radicalización hacia la izquierda. No votamos ideologías sino programas, promesas creíbles, proyectos que mejoren nuestra justicia social y acaben con las desigualdades, pero sin destrozar la situación económica del país. Hace años, muchos ya, señor Sánchez, y parece que ni usted ni quienes le secundan se han enterado, en Europa no se votan ideologías. No se vota a una derecha o a una izquierda porque sí. Lo que los pueblos quieren es que les resuelvan sus problemas y, sobre todo, que no acaben con su estado de bienestar. Es decir, se votan programas.
      Recapacite, pues, señor secretario general socialista. Tuvo agallas para descender desde lo alto de un aerogenerador (70 m), y luego le echó bemoles al ascender por el impresionante Peñón de Ifach con cuerda y en buena compañía. Superó satisfactoriamente ambos retos sin dejarse vencer por el miedo o el vértigo. Pase ahora, pues, su tenacidad y aplomo deportivo a la política. Pero recuerde que la militancia no lo es todo en el éxito de un partido. Y menos cuando está invadida por un absurdo deseo de venganza hacia sus derrotados compañeros. No pierda más tiempo en ello. Trabaje para hacer de España un país aún más próspero y proteja el bienestar de todos. Y en ningún caso contribuya a su desintegración. Nadie, con un mínimo de sensatez, se lo perdonaría.- JT

martes, 9 de mayo de 2017

In memoriam: Ueli Steck, la ardilla humana del alpinismo

Steck: Fracasaré cuando muera
Recordando a Steck viene a mi memoria una sentencia de Corneille, quien afirmaba que cada instante de la vida es un paso hacia la muerte. Después de dar muchos y muy rápidos pasos, Ueli se nos ha ido. Cada instante suyo era meteórico; era como el tránsito de una estrella fugaz. Parecía tener siempre prisa por alcanzar el objetivo. Subía sin detenerse, sin mirar abajo, rápido, firme, bien asegurado con sus piolets, hincando con firmeza sobre el hielo las afiladas puntas de los crampones. Fue una máquina trepadora, una huidiza ardilla hacia su morada en la parte más alta del árbol.
        Adoraba la montaña para contemplarla, vivirla y vencerla, aunque la empresa estuviese cargada de peligros. Para él no había adversidad. Se proponía un objetivo, y lo cumplía. La palabra perder estaba erradicada de su vocabulario. Fracasaré cuando muera, dijo, ya que la muerte tampoco formaba parte de sus planes. Tal vez en ese exceso de invulnerabilidad, en su convencimiento de sentirse fuerte y seguro para afrontar las dificultades esté la explicación de su accidente en la terrorífica pared de hielo del Nuptse.

Alpinismo elitista
        No voy a recordar aquí la vida y obra de este extraordinario montañero, uno de los mejores del mundo en la historia del alpinismo extremo. Los medios han dado estos días completa información de ella y de su muerte en el Himalaya, ocurrida cuando Steck se aclimataba para hacer sin oxígeno artificial, en 48 horas, la ascensión al Everest, por la escasamente frecuentada vía oeste o corredor Horbein, y subir después en tiempo récord al Lhotse. Desde su juventud, Ueli, carpintero de profesión, vivió a tope la montaña. Comenzó a disfrutarla a los doce años y la abandonó definitivamente a los cuarenta, dejando tras de sí la estela de un alpinismo elitista y una capacidad para triunfar en un deporte exclusivo de los más grandes y heroicos escaladores.

Ascensiones espectaculares
        Subir solo por la pared norte del Eiger hasta la cima en menos de tres horas; vencer ochenta y dos cumbres alpinas de más de 4.000 metros en un verano; escalar sin más ayuda que la de sus manos y pies por empinadas y resbaladizas paredes de roca, hielo y nieve, son proezas que solamente los más grandes, los primus inter pares del montañismo, pueden lograr. En su última entrevista, publicada en el Tagesanzeiger, Ueli se preguntaba si no sería hora de dejar ya este juego. ¿Presentía tal vez la proximidad del fracaso, o incluso la muerte?
        Descanse, pues, este admirado deportista suizo, en la paz octaviana del monasterio nepalí de Tengboche, a 3.860 m de altitud, rodeado de imponentes montañas y cercano a sus apreciados sherpas. Ueli perdió la vida, pero su personalidad y hazañas perdurarán como huellas imborrables en nuestro recuerdo y en la historia del alpinismo mundial.- JT

El impresionante escenario de la muerte de Ueli. De izquierda a derecha, Everest, Lhotse y Nuptse