martes, 14 de febrero de 2017

Viaje por tierras paradisíacas de Almería y Murcia

      Tras una pausa de varios meses retomo la atención hacia este blog largamente abandonado. Disculpas a mis visitantes y, a todos ellos, feliz 2017. Hoy quisiera comentarles algunos detalles de un viaje que realicé el otoño pasado por tierras del sur de España. Los años y la atonía le llevan a uno a optar por la moderación. Por eso he vuelto a la práctica de actividades físicas tranquilas, pero enriquecedoras de cuerpo y espíritu; actividades que fui abandonando hace mucho tiempo, a medida que aumentaba en mí la atracción por la montaña y la espeleología. Me refiero al buceo sin escafandra, deporte para el que no es imprescindible poseer un sólido sistema locomotor, y al más atractivo dolce far niente del viajar y el buen yantar.
        Los lugares elegidos fueron la costa murciana de Mazarrón y las tierras altas de Almería. Hay ahí ciudades, pueblos y paisajes que siempre me llamaron la atención por su gran contraste con la zona centro y norte de España. La agreste orografía costera de Cartagena es sencillamente cautivadora. Las laderas de sus montes se precipitan sobre el mar dejando apenas espacio para el asentamiento humano. Son una gran muralla entre la costa y el interior de tierra y roca, donde crecen el palmito enano y plantas rastreras como el tomillo. Sobrecoge la belleza de las zonas montuosas y áridas, muy erosionadas, en severo contraste con los valles amplios, auténticos vergeles de exuberante vegetación, en los que proliferan los invernaderos, mares inmensos de plástico en cuyo interior se cultivan frutas y hortalizas para abastecer a medio mundo.
       Mi viaje por esos lugares se ajustó a inmersiones y paseos por La Azohía y Puerto de Mazarrón, y a visitar altas tierras lorquinas y almerienses donde se abren oquedades de gran atractivo espeleológico en montañas que, como las de Sierra María, El Maimón o Las Muelas, ofrecen, además, un escenario espléndido para disfrutar de ascensiones suaves, pero duras, por terreno calizo.
        Dejo aquí, pues, algunas estampas de mis recorridos por el sureste peninsular. Son solo una pequeña muestra de los grandes atractivos que posee la España continental.   


Entre Cartagena y Mazarrón Puerto los montes caen hacia el mar en fuertes pendientes. Apenas dejan espacio para el disfrute de la costa. Pequeñas playas y calas se suceden a lo largo de un litoral dominado por elevaciones que llegan a superar los seiscientos metros, como Peñas Blancas. Es un espectáculo sobrecogedor. Ahí el hombre trabajó duro para extraer mineral de una tierra de gran aridez. En la zona de Mazarrón abundaron las explotaciones de almagre o almazarrón, óxido de hierro rojo, que se emplea en pintura.

Cabo Tiñoso. Erguido sobre el atractivo pueblo de La Azohía, este cabo fue enclave estratégico para la defensa de la costa cartagenera, especialmente en el siglo XVI, cuando eran frecuentes las incursiones de piratas turcos y berberiscos. En su cima (a la izquierda, en la foto) están los restos de Castillitos, una en sus tiempos poderosa fortificación militar. Estuvo equipada con baterías de gran alcance (21 km) desde la dictadura de Primo de Rivera. Por una pista de montaña, sinuosa y estrecha, se puede llegar hasta la misma fortaleza. Y allí, el visitante disfrutará de soberbias vistas panorámicas del mar y la costa. Con cielo despejado y atmósfera limpia, dicen que se ve África.

La Azohía es un pueblo encantador de la costa de Cartagena. Está en pleno golfo de Mazarrón, al pie del Cabo Tiñoso, que no se ve en esta foto. Tiene buenas escuelas de buceo y lugares muy aptos para practicarlo. Las aguas del golfo son calientes y transparentes, invitan al chapuzón y a sumergirse largo rato sin pasar frío. En la zona del cabo hay una cueva submarina con lago interior de agua salada a la que se accede fácilmente si uno domina el buceo. Hay que hacer una inmersión de tres metros y superar luego un sifón de cinco. No es recomendable para personas sin experiencia. En verano, especialmente los fines de semana y festivos, las playas de La Azohía están atestadas de bañistas procedentes de Cartagena y zonas del interior. Es un lugar predilecto de los murcianos y de turistas de todo el mundo, sobre todo británicos y alemanes.

La playa paradisíaca de Mazarrón Puerto. Está en pleno golfo del mismo nombre y sus aguas alcanzan altas temperaturas. Dicen los lugareños que son como las termales, y no les falta razón. En los meses de verano alcanzan 28 grados e incluso más, y en primavera y otoño rara vez bajan de los 23. En la foto, barcos de alquiler para paseos por la costa.

Aguas curativas. Que las aguas del golfo son curativas parece confirmarlo esta foto de la playa de Mazarrón. Tales son sus beneficios para el cuerpo, que el Ayuntamiento instaló hace años ese toldo de la foto con dos hileras de sillones. Son plazas muy solicitadas por los bañistas. Es dado ver con frecuencia a personas de avanzada edad sentadas ahí, con el agua hasta el pecho (no hay mareas), departiendo tranquilamente como si estuviesen de charla en la terraza de un bar.  Los beneficios del salitre, la presión del mar y su alta temperatura invitan a participar en tertulias marinas bajo una cubierta protectora de los rayos solares.

Playa de la Ermita. En el largo paseo marítimo del golfo, entre Mazarrón y Bolnuevo, está la llamada Playa de la Ermita, de aguas mansas y poca profundidad. A la entrada de su pequeña bahía hay un Club Náutico, y frente a la playa varios restaurantes invitan a degustar platos típicos murcianos. Unas grandes rocas ocupan gran parte de este tranquilo arenal, de excelentes condiciones de baño para personas mayores y familias con niños. Y si hay que acudir al culto religioso, pues ahí está el encalado y pequeño templo, donde a diario, cuando el sol declina, en verano y otoño, el párroco dice misa con las puertas abiertas para que puedan seguirla los visitantes de la playa.

Palmera multitronco. En las cercanías de Puerto de Mazarrón, y poco antes del núcleo central de Bolnuevo, está esta hermosa palmera amacollada, en una zona de hierba junto a la carretera. En los alrededores hay buenos bares, cafeterías y casas de comidas. Destaca el restaurante Redes, de amplio comedor y en primera línea de playa, donde sirven sabrosos productos del mar a precios asequibles a cualquier bolsillo. Especialmente apetitosa es la fideuá, bien horneada y repleta de marisco del golfo.

La greda de Bolnuevo. Multimillonarias en fotos, estas formaciones geológicas de caprichosas formas están frente a la playa de Bolnuevo, también en zona del golfo de Mazarrón. La arcilla o greda, apreciada por los alfareros, alcanzó en este lugar perfiles muy curiosos debido a los efectos de los vientos cargados de minúsculas partículas de agua y arena. No hay turista que pase por la zona y no detenga su vehículo para tomar imágenes de tan raras esculturas naturales. Alguien con falta de ingenio dio en llamar a estas rocas “paisaje encantado de Bolnuevo”, rememorando tal vez las de la Ciudad Encantada de Cuenca, con las que apenas tienen similitud.

Paddle surf en aguas mansas. En la tranquila bahía donde está la Playa de la Ermita no es inhabitual ver a deportistas practicando paddle surf cuando apenas hay oleaje. Desde el agua tomé la foto de esta joven surfista, acompañada de su perro. Situado en la proa de la tabla, el chucho, atento a la navegación, parece disfrutar observando la fauna marina.

La gran fortaleza de Mula. Y del mar, al interior.  "Mula, es villa de gran fortaleza et bien cercada, et el castiello della es como alcázar alto et fuerte bien torrado..." (Alfonso X). La histórica ciudad de Mula se extiende al pie de una colina dominada por el castillo medieval del marqués de los Vélez, monumento mal conservado pese a los intentos de los muleños por recuperarlo, ya que es un importante bien patrimonial. Palacios, templos y museos, y la singularidad de sus plazas y calles céntricas, han dado a esta ciudad la categoría de Conjunto Histórico Artístico de carácter nacional en 1981. Si la visita, no deje de acudir al Museo de Arte Ibérico, en cuyo interior se conservan las mejores piezas de la península.

Castillo de Xiquena. Entre Lorca (Murcia) y Vélez Blanco (Almería) están los restos de este castillo del siglo XII. Fue una importante fortificación árabe destinada a controlar, junto con el castillo de Tirieza, la vega del río Corneros, situada entre los sistemas montañosos del Gigante y La Torrecilla. La presencia de agua en la zona dio pie a los musulmanes a establecerse en esa campiña aparentemente árida, ocupada hoy por grandes extensiones de vid, olivo y almendro. El castillo está enclavado en un cerro, a unos 900 m sobre el nivel del mar. Es de mampostería.

Las Muelas. En la vega del río Corneros se alza este impresionante murallón calizo de dos cimas llamadas las Muelas, la grande y la chica. Desde la lejanía, la montaña recuerda a la Collarada del Pirineo oscense por su cumbre en forma de mesa, aunque los almerienses ven en ella una muela. Tiene fácil acceso, con senda señalizada en algunos tramos y espléndidas vistas panorámicas.

La Muela Chica. En esta imagen se aprecian bastante bien las cimas de ambas Muelas. La Chica, con su pequeña elevación rocosa, y la Grande, dominada por un farallón calizo, sin pretensiones de gran pared, donde es posible practicar la escalada.

Vélez Blanco. Panorámica de la vega y las Muelas desde el castillo de Vélez Blanco. Impresionante paisaje de un amplio valle salpicado de alquerías y tierras de cultivo. El agua fue una bendición para el asentamiento del hombre en lugar tan aparentemente árido por el aspecto grisáceo de su tierra. La zona estuvo habitada desde la prehistoria. Prospecciones realizadas en las últimas décadas contribuyeron a documentar la existencia de yacimientos eneolíticos.

Sierra María-Los Vélez. Es uno de los parques naturales más hermosos de Andalucía. Sus altitudes van desde los 700 m a los 2.040 m sobre el nivel del mar. Además, es Parque Natural desde 1987. Aquí el turista lo posee todo: pueblos pintorescos, estupenda gastronomía, paisaje, museos, cuevas, senderos de montaña, paredes de escalada... y simpatía a raudales. La simpatía de sus pobladores, siempre alegres, amistosos, felices, amables. Parece estar uno a las puertas del cielo. ¿Qué más se puede pedir? Además, el ciclista tiene largos trayectos señalizados, también los senderistas; hay buenas paredes para escaladores, pero sin olvidar al montañero a secas, que goza en estas sierras calizas de vistas soberbias, con rutas de todas las dificultades. También hay para el turista mucho que contemplar. Por ejemplo, yacimientos arqueológicos en cuevas como la de Los Letreros (en sus paredes está el hombre de Indalo, un cazador con arco prehistórico, símbolo de Almería), la del Gabar, la de Ambrosio, etc., y monumentos arquitectónicos como el Castillo Alcázar de los Fajardo, de Vélez Blanco. La zona bien se merece más de un viaje.

Castillo de los Fajardo. Está en Vélez Blanco. Fue construido sobre una fortaleza árabe en el siglo XVI en tiempos de Pedro Fajardo y Chacón, marqués de Los Vélez. A esta espléndida obra arquitectónica la despojaron de una de sus mayores joyas, el patio renacentista, hoy pieza destacada del Museo Metropolitano de Nueva York. El expolio comenzó en 1904, cuando los entonces propietarios del castillo, los duques de Medina Sidonia, vendieron el precioso patio de mármol a un anticuario francés. Las piezas, desmontadas una a una, fueron trasladadas a París, donde las adquirió un multimillonario norteamericano para colocarlas en su palacete neoyorquino. El personaje decidió a su muerte donar el patio al citado museo. El castillo es impresionante, parece inexpugnable. Sin embargo, está vacío; solo hay estancias y paredes de pura roca. A pesar de todo vale la pena visitarlo y disfrutar de esta obra magna del renacimiento español.

Leana, las aguas milagrosas. El Balneario de Leana está a unos 30 km de Murcia, en el lugar de Fortuna. Es uno de los más antiguos de España. Parece ser que Leana es el nombre de la colina en la que está el manantial de aguas termales, explotado en su tiempo por romanos y árabes. Balneario y dos hoteles, casi nada, en un entorno de lujo. El hotel principal (en la foto) conserva su estilo de finales del siglo XIX, con el interior renovado. Dos curiosidades: el comedor es una réplica del que tenía el trasatlántico Titanic, y los amplios pasillos están decorados con pinturas copiadas de la Capilla Sixtina. Las aguas de Leana lo curan casi todo: dolencias reumáticas, respiratorias, estrés, psoriasis, parkinson... y hasta la ansiedad. ¡Un chollo para la salud!

Faetón parisino. A la entrada del balneario de Leana se exhibe este curioso carruaje, un Faetón corto para tiro por ponis. Procede de París y, según se dice, fue utilizado como trasporte de gente menuda. Es toda una reliquia del mundo de los carros.

Protagonista, el cine. Vista parcial de la amplia cafetería, bar, restaurante y sala de espectáculos del Balneario de Leana. Todo, decoración, objetos, mobiliario, etc., está dedicado al cine clásico, a la historia del que fue espectáculo de calidad y a sus principales protagonistas. Hay un pequeño proyector antiquísimo y otro de una pulgada al fondo con su operador (maniquí). En el mismo salón hay también un escenario para representaciones teatrales. La comida que sirven diariamente es de buena calidad, a precio asequible.

5 comentarios:

Cesáreo dijo...

Pues has vuelto. Ya creía que te habías ido de picos pardos a otro planeta. Eres un bon vivant. Me alegra que lo hayas pasado bien en esos territorios sureños. ¡Qué distintos a Picos y Alpes¡ Ya veo que de escalar, niente, y de andar, pues en faetón. ¡Jose, sabes vivir! ¡¡¡¡Ja, ja ,ja!!!

Tomás Pinero dijo...

Cerca de Mazarrón hay un urbanización impresionante, de gran extensión, llamada Condado de Alhama. Debe de ser el mejor y más grande resort de España. La próxima vez que viajes por esa zona, no dejes de visitarla. Vas a ver uno de los mayores y más hermosos palmerales del país. Tiene de todo: hoteles, pisos de alquiler, apartamentos, lugares de ocio, piscinas, golf, supermercado, etc. Además, esta cerrada a su alrededor y en sus puertas de acceso hay vigilancia. Merece un viaje.

José Temes dijo...

Pues bien sabes Cesáreo que ya no puedo escalar. Pero, ¿ves?, hay otros placeres como la contemplación de los fondos marinos, su fauna en aguas transparentes, el colorido de los peces, las plantas movidas por el embate del agua, la oquedad en la roca sumergida... Y si esto lo alternas con una mesa bien nutrida de viandas y un buen tinto reserva, pues miel sobre hojuelas. Te recomiendo esta experiencia. Me lo agradecerás.

LUCIANO dijo...

Eso no es montañismno si no puro sibaritismo. Jo, que vidorra!!! Yo también quiero bañarme en esas aguas calentitas y recorrer senderos con vistas al hermoso valle que muestras en una de tus fotografías. Tienes razón, parece el paraíso terrenal.

JAVI dijo...

Lo mejor de esa zona es el clima. Si odias la lluvia y el frío, pues a Mazarrón. Es un golfo caliente y muy seco, jejeje!!!!