martes, 26 de enero de 2016

Arduas negociaciones en busca de gobernabilidad

Pedro Sánchez / abc.es
Quería contar cosas de la montaña y de las cuevas, pero la trepidante actualidad me lleva de nuevo a comentar temas de política. El panorama está que arde, no tiene precedentes en la historia democrática de este país. Razón tenía el kaiser cuando insinuó que si España no prosperaba era por el proceder de sus habitantes. Porque en plena crisis económica y social, cuando el paro, la pobreza y las desigualdades económicas desangran a esta sociedad, van los políticos profesionales y los primerizos y, en vez de trabajar juntos en busca de soluciones se enzarzan en la lucha por el poder. Lo que debía ser una negociación limpia, noble, para alcanzar el Ejecutivo y desde él servir al pueblo, se ha convertido en una pelea de perros y gatos. El 15-M de 2011 estaba yo tan indignado, o acaso más, que aquel Pablito bullanguero de la acampada en Puerta del Sol. Confiaba entonces en que la multitudinaria protesta juvenil estimulara al Gobierno y a los poderes económicos a buscar remedio a tan injusta situación social. Y la verdad es que algo se alcanzó: mejoró nuestra maltrecha economía, se redujo el paro, mermaron los desahucios y comenzó a combatirse con cierta energía la corrupción en la política. Pero no fue suficiente.

Iglesias / ecodiario.com
Aprovechando entonces el enorme descontento de la juventud, Pablo Iglesias y adláteres decidieron cambiar las cosas. Para alcanzar su objetivo fundaron un partido con respaldo financiero exterior y se estrenaron en la política europea con bastante éxito. Tomaron como ideología la más opuesta a la de las democracias occidentales: el fracasado y caduco marxismo leninismo. Y como línea de actuación, el libro ¡No os rindáis!, dirigido a los indignados españoles, del francés Stéphane Hessel, aunque este autor se declara no marxista. Por cierto, recomiendo su lectura. Verán ustedes cómo Podemos sigue casi al pie de la letra los consejos de Hessel para hacerse con el poder y cambiar la sociedad, con la importante salvedad de que el francés, ya fallecido, no buscaba implantar el comunismo sino acabar con la pobreza y la corrupción.

Si en las elecciones europeas Podemos irrumpió con cierto éxito, en las generales consiguió un respaldo en votos inimaginable. Así, a celeridad inaudita, con la complicidad de los mass media, deliberada en unos, involuntaria en otros, fue comiéndole terreno a un PSOE heredero de la arrogancia de un mediocre Zapatero y anclado en la certidumbre de su invulnerabilidad como fuerza política centenaria. En poco tiempo, el actual secretario general de los socialistas Pedro Sánchez pasó de ser una esperanzadora promesa a personaje degradado políticamente por su agresivo talante. Últimamente ha demostrado que no es un hombre de estado, sino más bien un personaje político al que hay que dar de comer aparte. Cambia de opinión como veleta movida por los vientos, y tan pronto dice Diego donde dijo digo, como muestra una clara incapacidad para reconocer sus contradicciones. Este contenido de su personalidad lo enharina con ese espíritu de discordia entre españoles que parecía haberse superado ya tras la desaparición del franquismo y el avance de la democracia. Pero no es así. Ahora, en cada palabra, en cada frase que sale de su boca hay mucha inquina hacia su más potente adversario, el PP, al que le niega el agua y la sal. Su terquedad prolonga innecesariamente la formación de un gobierno firme y estable en España.

García-Margallo / telecinco.es
WhatsApp, la comunicación por móvil y hasta Twiter son hoy medios muy usados en las relaciones entre políticos. Se perdió aquella vieja pero grata costumbre de conversar vis a vis, ante una mesa bien nutrida de viandas y caldos reconfortantes. Tal vez radique en esa ausencia de proximidad física el problema de lograr acuerdos para gobernar el país. Estos días se habla mucho del pacto antinatura PSOE-Podemos y fuerzas independentistas. También se baraja la posibilidad de ir a nuevas elecciones. Sin embargo, mis fuentes me dicen que no habrá ninguna de estas dos cosas: ni pacto de izquierdas ni repetición electoral. No les interesan a los grandes partidos, ni tampoco y sobre todo, le interesan a España. Todo apunta, a ver si es verdad, a que PP y PSOE llegarán a un acuerdo, junto con Ciudadanos. Pero para ello el Partido Popular tendría que sacrificar a su actual candidato, Mariano Rajoy, y sustituirlo por otro que esté bien visto por los socialistas. En las cartas aparece un nombre: José Manuel García-Margallo. Un ministro serio, discreto, moderado y culto que el PSOE no despreciaría. Y de reserva, la joven ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, abogada del Estado. Esto es lo que se comenta en círculos fiables. El acuerdo dejaría a Sánchez en buena posición ante los suyos al entregarles la cabeza de su principal oponente, y los independentistas catalanes no harían ascos a un premier negociador, aunque firme defensor de la Constitución Española, como es Margallo. Pero como decir no es hacer, habrá que esperar a ver qué pasa en los próximos días.- JT

lunes, 4 de enero de 2016

La mojiganga podemita reclama a los "sensatos" del PSOE

Choca esos cinco, sensato. (www.huffingtonpost.es)
¿Los siguen? Son como niños. Hacen cualquier cosa por alcanzar poder. Hasta decir sandeces, una tras otra. La última es de Iglesias, el líder de Podemos, que se cargó a Izquierda Unida y ahora va a la caza del PSOE. Este joven es un fenómeno de contradicciones, de medias verdades y de grandes promesas huecas; es el actor principal del lamentable espectáculo que nos toca presenciar. Su última frase célebre ha sido lanzada a los socialdemócratas: “Debemos tender la mano -dijo- a los sectores sensatos del PSOE que entienden que toca revertir las políticas del PP y que la unidad del país se construye desde el diálogo". ¿Sectores sensatos? Iglesias desbarra. La sensatez en política está más identificada con la moderación que con las posiciones revolucionarias e irreales de su grupo; está en anteponer los intereses de España a los intereses personales y de partido. Y no parece que Iglesias vaya por ahí. Todo lo contrario, muestra en cada una de sus palabras, en cada uno de sus actos, un deseo irrefrenable de pisar cómoda moqueta. Si acaso, a quienes tendría que pedir ayuda sería a los sectores insensatos del Partido Socialista Obrero Español porque, como diría un buen fabulador gallego, habelos hainos.

Este político de actitudes desafiantes y hasta chulescas es el líder perfecto de la mojiganga podemita, el actor principal de una representación de entremeses teatrales que puede llevar a España al desastre. No tuvo reparos en cargarse a Izquierda Unida, una fuerza democrática que sirvió a los intereses generales del país desde su posición eurocomunista. Esta formación, atosigada por problemas internos y por la irrupción de Podemos en el mapa electoral, acabó con solo dos diputados en las Cortes. Alberto Garzón ni siquiera fue capaz de recuperar la importante presencia que tuvo su partido en legislaturas anteriores. ¿Habría ocurrido lo mismo si al frente del grupo hubiera estado Cayo Lara, Nicolás Sartorius o Julio Anguita? No creo que ninguno de estos políticos se hubiese dejado comer las papas por un personaje tan grotesco y contradictorio como Iglesias.

La CUP remató el calvario de Mas (La Vanguardia)
Y en Cataluña, la amalgama de grupos antisistema e independentistas que forman la CUP (Candidatura d'Unitat Popular) acaba de cargarse a Artur Mas. Al menos así parece, porque en política nunca se debe creer todo lo que se oye para no tener que contradecirse. Y lo que oímos es un ¡no a Mas!, un no rotundo, aunque permanece abierta la posibilidad de investir a otro candidato. La presunta artimaña de ERC y CUP preparada entre bambalinas para que no gobierne Artur ha llegado a su fin. A los independentistas obstinados debe de resultarles poco fiable el líder de Convergencia. Vamos a ver ahora si aparece otro postulante a la presidencia de la Generalitat, tal vez Oriol Junqueras, Romeva o la ugetista y convergente Neus Munté. Si así fuese, la artimaña no sería presunta, sino más bien real y dramática como la misma situación catalana.- JT