viernes, 16 de octubre de 2015

El enojo de un presidente sin sentido del ridículo


Rajoy y Mas. ¿Irreconciliables?
 (Vozpópuli)
      ¿Se siente perplejo, enojado, el señor Mas? Pues seguro que no tanto como nos sentimos los demás ciudadanos al oír sus palabras. Ahora resulta que es el Parlament el responsable del cacao que ustedes montaron. Sí, ustedes, y especialmente el señor respaldado por los ediles de la varita (bastón de mando) que le rindieron pleitesía en la calle ante el edificio del TSJC. Hay muchas formas de hacer el ridículo, y Mas lo está haciendo de manera inequívoca. Yo también soy nacionalista, como él. También, como él, quiero a mi comunidad, pero si fuese presidente no me atrevería a hacer alardes de fuerza y grandeza desafiando al resto de los españoles. Sé que llevaría siempre las de perder.
      Una mente sensata sabe que emprender un camino cerrado no conduce a ninguna parte. Es absurdo, pues, sublevarse contra el orden establecido. El señor Mas y adláteres son España, son españoles como todos los demás. Quiéranlo o no. La españolidad de Mas la certifican su fe de bautismo, su partida de nacimiento, el territorio que ocupa y el dinero que todos los meses recibe del Estado. Dirá que es dinero suyo, sí, de los catalanes. ¡Pues claro! ¿De quién si no? Pero también es dinero de vascos, gallegos, andaluces, extremeños y demás ciudadanos de este país.
Dos banderas y una sola 
nación: España
 (Efe)  
      Mas descarga la culpa del plebiscito del 9-N en los voluntarios. Me parece una acusación poco noble en una persona de acreditada solvencia moral. Afirma, además, que el único responsable es él, pero matiza: responsable político, porque luego, en un alarde de incongruencia, culpa a los voluntarios. La verdad, señor Mas,desde otras comunidades tan históricas como la suya nos sentimos avergonzados de compartir territorio con usted. Recule o abandone. Es lo mejor que puede hacer por usted mismo y por todos los catalanes. No olvide que la Cataluña del principado ya decidió abandonar España a mediados del s.XVII para formar parte de Francia. Tardó once años en regresar al territorio del que nunca debió salir. Admiro su valentía, señor Mas; admiro el coraje que usted le echa en su pacto con unas izquierdas más revolucionarias que democráticas. Usted fue un buen demócrata, un buen gobernante y un buen español. No deje que esa imagen suya se enlode con tan absurdo proceder segregacionista. Usted lo sabe bien: Catalunya es España y es Europa. Y si ustedes dejan Europa, todos saldremos perdiendo.
No son mayoría, pero quieren fustigar
 a España. (www.rtve.es)
      Y mire usted: a pesar del desafío soberanista; a pesar de la prepotencia de la que muchos catalanes hacen gala; a pesar del sentimiento antiespañol que anida en una parte de ese pueblo y de las mentiras que difunden sobre la relación con el resto de España, a pesar de ello voy a seguir consumiendo productos catalanes para no perjudicar a quienes, trabajadores y empresarios, viven con inquietud la amenaza de una escisión. Los movimientos en pro de la independencia tienen más de ingenuidad que de convencimiento. Saben bien sus responsables que la democracia se rige por las leyes. Y las leyes hay que cumplirlas, porque no hacerlo es delinquir.
      Hablando de ingenuidad reproduzco aquí el chiste de un niño aragonés que, al oír comentar a su padre el tema de la separación de Cataluña del resto de España, exclamó: ¡Huy qué bien, papi! ¿Tendremos playa? Pues va a ser que no. Va a ser que ni Aragón tendrá costa ni Cataluña va a emprender una singladura solitaria hacia no se sabe dónde. Es de esperar que tarde o temprano el seny se imponga. Porque con cordura, con sentidiño, se puede llegar lejos. Con amenazas y desprecios a la ley y a los demás ciudadanos, el trayecto será corto y acabará mal.- JT   

viernes, 2 de octubre de 2015

Rajoy y Aznar, las dos caras de una moneda

      Yo diría que al señor Aznar le entró la ventolera. El comunicado contra Rajoy que lanzó a las cuatro vientos tras las elecciones catalanas encierra un comportamiento difícil de entender. Fue él, precisamente él, quien en su día promovió a este político como candidato a la presidencia de España. Sin embargo ahora lo crucifica, lo trata con una desconsideración inesperada. Para mí, este proceder es bastante común entre la clase política. Hay muchos que suelen rodearse de personas a las que miman y defienden mientras les son útiles, pero cuando dejan de serlo las desprecian. Es el trato de la fregona: la mantienes en uso mientras limpia, pero cuando está gastada, cuando ya no te puede servir, la tiras.
      Conozco bien a Rajoy. Su pasividad ante asuntos de gran trascendencia para el futuro de Cataluña y España como el de la pretendida secesión catalana es falsa. Rotundamente falsa. Es uno más de los muchos inventos que sobre este gobernante han ideado sus oponentes para cargárselo. La verdad es que pocas veces en la historia de este país se ha atacado tanto a un presidente. Las izquierdas, y la derecha tonta e ingenua, han hecho frente común contra él. Los unos, para darle relevo cuanto antes; los otros, exigiéndole una actuación directa al margen de las leyes sin tener en cuenta la consecuencias que acarrearía una acción de fuerza innecesaria e ilegal. Cuando de verdad haya delito, cuando se pase a hechos consumados, seguro que se aplicará la ley. Somos europeos y vivimos en democracia. Métanse esto en la testa quienes abogan por soluciones radicales.
Dos caras de la política
      Mariano Rajoy es sobre todo un político legalista, valor muy importante en un régimen como el nuestro. Él nunca hará nada fuera de la legalidad. Culto, educado y de amable trato; comedido en las formas, buen orador e inteligente, tendría hoy una imagen muy distinta si quienes le rodean hubiesen sabido transmitir la verdadera personalidad de este líder y su gran capacidad de gobernación. Porque en política no basta con ser capaz, sino que, como la mujer del César, hay que parecerlo. Cierto que Rajoy tampoco ayuda mucho a mejorar su propia imagen pública. Ese aire de frivolidad que muestra a veces al tratar temas de gran trascendencia enerva a quienes, desde las filas de su partido, exigen soluciones rápidas y contundentes a los problemas de España. Él y Aznar son, pues, dos personalidades muy distintas, aunque defiendan los mismos ideales. Rajoy no tiene ni pizca de la prepotencia de Aznar. Y a Aznar le falta la nobleza y la humildad de Rajoy. Ambos son el anverso y el reverso de una moneda. La cara y la cruz del Partido Popular.
      La persistencia de odios, los deseos de revancha, las actuaciones malévolas y las mentiras que martirizan hoy a España lastran su tranquilo devenir. El rey Amadeo de Saboya aseveró que somos ingobernables, cuando tras su abdicación decidió volver a Italia. Su coetáneo, el canciller alemán Otto von Bismark, fue más contundente en esta sentencia que a él se le atribuye: España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a si mismo y todavía no lo ha conseguido. El día que deje de intentarlo será la vanguardia del mundo. Siglo y medio después de estas palabras, una parte imprescindible vuelve a intentar la desintegración de España. Confiemos en que la razón se imponga sobre el odio y se consolide la convivencia, serena y respetuosa, entre todos los españoles.- JT