jueves, 31 de julio de 2014

Cayó Pujol, un político honorable al tres por ciento

Pujol deberá actualizar su libro de memorias con el epílogo de su triste final político.(Foto Euronews)
Que el hombre no tiene peor enemigo que él mismo parece estar bastante claro. Lo dijo hace muchos siglos Cicerón, y hoy se comprueba la certeza de esa sentencia en el ámbito de los regímenes democráticos donde la pureza de los comportamientos de sus gobernantes debiera de ser intachable. Pero no es así. A diario vemos cómo personas de reconocida solvencia política caen en el pozo del deshonor. Tal es el caso del expresidente Jordi Pujol i Soley, fundador de CdC y Molt Honorable mandatario autonómico. Hasta hace unos días era ejemplo de seriedad y eficacia en la gestión pública y paladín de la cultura y el bienestar social y económico de Cataluña. Hoy, tras confesar que defraudó a la hacienda pública durante más de treinta años, aparece en escena el otro Pujol, el Pujol enemigo de sí mismo que nos muestra la cara amarga de una doble personalidad.
            Conocí al President en Santiago de Compostela, en la primavera de 1992, cuando compitió con Manuel Fraga por la presidencia de la Asamblea de Regiones de Europa (ARE). Pujol gozaba ya entonces de un gran prestigio como político y como gobernante.  Y creo que fue la buena imagen que tenía en Europa lo que le proporcionó la victoria frente a un potente adversario. Pero también, y todo hay que decirlo, ayudaron decididamente las conspiraciones de democristianos y liberales capitaneados por el alemán Erwin Teufel contra Fraga, y la renuncia en el último momento del PSOE a respaldar la candidatura del político gallego, que había obtenido la promesa de apoyo socialista de Manuel Chaves, lo que le hubiera dado una victoria segura.
            Recuerdo que en el lujoso Hostal de los Reyes Católicos de Santiago la suite de Teufel (apellido alemán que significa diablo) se convirtió en el centro de la conspiración. Allí, y en otros lugares del hotel y de la ciudad, confabulaban unos y otros para respaldar a Pujol y rechazar a Fraga. El entonces presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, participó activamente en estas elecciones no sé si para ratificar el respaldo de Chaves a Fraga o para rechazarlo.
            Como ahora se ha sabido, Pujol ya era entonces un político que no dudó en atesorar una fortuna fuera de España sin tributar al erario público. En aquellas elecciones presidenciales de la ARE, la defensa del europeísmo y la democracia de la que el Molt Honorable President hizo gala se hubiera convertido en patraña si el Pujol amigo no dejase a su otro yo enemigo ocultar un hecho tan claramente delictivo: la defraudación a Hacienda. Pero Pujol, no seamos ingenuos, no es un caso aislado ni un caso aparte. En España abundan por doquier los defraudadores. No olvidemos que la mordida del tres por ciento o porcentaje mayor a cambio de favores fue –y quizá lo siga siendo- una referencia a seguir para gobernantes de todos los niveles e ideologías.- JT