viernes, 13 de septiembre de 2013

Calleja en la sima Voronya, un accidentado desafío

Al regreso de un largo viaje por pueblos y paisajes de la España seca reviso la actualidad más inmediata y encuentro noticias poco gratas: accidente de tren en Santiago de Compostela; caídas mortales en las montañas, fallecimiento en los Alpes del alado Álvaro Bultó…, y Jesús Calleja, el aventurero de la Cuatro, atrapado en la sima Krúbera Voronya (República de Abjasia) donde en 2001 se batió un récord mundial de descenso.

Españoles de la expedición de septiembre de 2000
Calleja es un buen divulgador de los deportes de aventura. Sabe contar con amenidad y simpatía sus andanzas. Airea con el mismo entusiasmo conquistas y fracasos, sin miedo a perder un prestigio alcanzado por medio de sus abundantes y exitosas expediciones. Pero esta vez parece que ha jugado muy fuerte, porque, descender al fondo de la citada cavidad exige un duro esfuerzo y mucho sacrificio, tanto o más que conquistar un ochomil himaláyico. No sé si Calleja midió con precisión el reto al que se enfrentaba con su equipo de deportistas; no sé si supo calcular pros y contras de la expedición, pero quienes conocen esa sima saben que no es agosto el mejor mes para visitarla. La lluvia, que no escasea, corre por los pozos formando grandes y peligrosas cascadas. La época idónea para explorarla es el invierno, cuando la nieve puebla la superficie mermando la entrada de agua en la cavidad.

La Krúbera Voronya abre su boca a unos 2.250 m de altitud. Una expedición de espeleólogos españoles, junto con rusos y ucranianos, estuvo a punto de batir el récord del mundo de profundidad al alcanzar la cota de -1.410 metros bajo tierra. Fue en septiembre del año 2000. Meses después, en enero de 2001, espeleólogos ucranianos y rusos lograrían el récord del mundo al alcanzar los 1.680 metros de profunidad.

Boca de entrada de la Voronya (Furada)
En líneas generales la sima es amplia y tiene grandes y accidentados pozos hasta los -1.200 metros. En su recorrido solo hay una zona estrecha a -180 metros de la boca. Abundan los meandros, sin grandes estrechuras, y hay un paso delicado a -800 metros abierto en un caos de bloques de techo inestable y con bastante agua en el suelo. Según el espeleólogo gallego y experto bombero Ignacio de Rafael, que participó en la expedición española del 2000, las mayores incomodidades de esta cavidad son el frío y la constante corriente de agua y cascadas que acompañan al explorador en todo el recorrido. A partir del vivac de la cota de los -1.200 metros, los pozos, grandes en tramos anteriores, se vuelven estrechos y resultan incómodos por el contacto permanente con el agua. Es la zona más molesta de la exploración. 

En 1999 la sima fue explorada hasta la cota de los -340 metros. No se pudo seguir descendiendo a causa de una estrechez impenetrable. En agosto de 2000, deportistas veteranos del equipo ruso-ucraniano Vtoroy Eshelón encontraron continuación en una zona de meandros de muy sinuoso trazado denominada Sinusoida, y tras superar dos grandes y profundos pozos establecieron un vivac a -500 metros. Rebasados, sin grandes dificultades, los -1.000 metros, llegaron a la cota -1.215, donde instalaron un vivac y regresaron luego a la entrada de la sima dejando en ella cuerda plegada porque pensaban volver en septiembre.

Y así sucedió. En septiembre de 2000, ucranianos y rusos protagonizaron una nueva incursión en compañía de seis españoles y dos franceses. Fueron los espeleólogos Sergio García Dils de la Vega (Sevilla), Luis J. Lepera Villafranca y Juan Martín Otero (Madrid), Alfredo Moreno Rioja (Ramales de la Victoria), Enrique Ogando Lastra (Castro Urdiales), Ignacio de Rafael Ramos (Ourense) y Bernard Tourte y Olivier Ubiergo, de Toulouse. Iniciaron la exploración el 4 de septiembre y salieron el día 11 del mismo mes, tras alcanzar la cota de 1.410 metros de profundidad. En este punto del recorrido quedaron sin material, por lo que decidieron salir de la sima. Tardaron once horas en llegar a la boca tras efectuar un descanso a -500 metros. Fue un ascenso durísimo, en medio de continuas corrientes de agua y cascadas y con mucho frío.

Topografía de la sima (Furada)
Cuatro meses después, ucranianos y rusos batirían por fin el récord mundial en la Krúbera Vornoya. Era el momento idóneo para efectuar la exploración, ya que la presencia de nieve en el exterior mermaba notablemente la entrada de agua en la cavidad. Comenzaron el descenso el 27 de diciembre. Y el 6 de enero de 2001, Konstantin Mukhin e Ilya Zharkov alcanzaron la cota récord de los -1.680 metros en la cabecera de un pozo de grandes dimensiones. La noticia fue muy difundida y sus protagonistas homenajeados por rusos y ucranianos con clamorosos recibimientos, vítores y música. Se consideró que habían protagonizado una hazaña de ámbito mundial.

El material empleado por la expedición en la que participaron los seis españoles da idea de la magnitud de la exploración de esta gigantesca sima. Se usaron 1.600 metros de cuerda, 500 mosquetones con placas variadas, 80 cordinos con mosquetones, 2 buriles, 2 taladros, 4 brocas de 12 mm, baterías de 5 y 12 voltios, 2 placas solares, 2 altímetros, 12 petates, 50 anclajes dbz cortos y 20 largos, 500 spits, etc.   

Uno de los grandes pozos (Revista Desnivel)
En fin, el lector podrá calcular con estos datos el grado de peligrosidad al que se sometieron Jesús Calleja y su equipo. La Krúbera Voronya es sin duda una cavidad muy dura hasta para los más expertos espeleólogos. Pero la dureza no está en subir o descender por pozos y paredes sobre un abismo oscuro e insondable, en caminar por estrechas y resbaladizas galerías, en traspasar zonas sifonadas o gatear por tubos de gran estrechez. La verdadera dificultad no está en esto, sino en la presencia permanente de  agua, humedad y frío, sobre todo en el agua impetuosa de las cascadas interiores cuyo caudal aumenta de forma espectacular cuando llueve. Y si encima la lluvia cae a cántaros, como le ocurrió a Calleja y compañeros al subir al exterior, pues la evacuación puede convertirse en un infierno.- JT