jueves, 12 de abril de 2012

El jefe al Chorro, Calleja, y los blogueros de JT


Aprovechando la lejana estancia de JT, su jefe, la leona Gumersinda (Gume) y la ocelote o tigrilla Agripina (Pina), guardianas de este blog por designación y deseo de Su Gracioso Propietario, mantuvieron en su ausencia el siguiente diálogo a media voz por temor a ser oídas desde tierras del sur:

GUME: ¿Pina, adónde se ha ido el jefe?

PINA: Me dijo que quería perderse unos días en El Chorro, ya sabes cómo es él. Si no tiene un nuevo libro entre manos, se aburre y desaparece.

GUME: ¡Pues sí que se ha ido lejos! Ya que estamos solas, tomemos hoy el blog para nosotras! Aunque mi cultura no abarca mucho, bien me conoces, creo recordar que El Chorro es un parque andino de la lejana Venezuela. Presiento que nos huye porque le damos demasiado la vara criticando su prontuario, y está harto. ¿Qué va a hacer allí, con las vértebras quebradas? ¿Va a menear su pata chula, su bastón de madera noble y empuñadura de galgo inglés para presumir entre los indios? Porque, oye, este a una montaña ya no sube ni con escaleras mecánicas. Desde que se retorció las vértebras, se ha hecho un viejo enmohecido y gruñón. ¡No aprende! Hace unos doce años quiso presumir de maestro, enseñarle a un amigo a bajar a una sima con un Peltz autofrenante recién salido al mercado, el amigo pasó mal la cuerda por las poleas, y si el jefe no lo agarra, se hubieran ido los dos al carajo. Y ahora tenemos que soportarlo nosotras. ¡Venga ya!

PINA: ¡No seas cruel! Yo también estoy hasta la coronilla de sus broncas, pero en el fondo no es malo, aunque en la forma lo aparenta. No fue a Venezuela, Gume. Conoces su carácter. Cuando le entra la nostalgia por algún recuerdo, coge el coche y se larga al reencuentro del pasado. Hace muchos años, muchos, anduvo por las montañas de El Chorro. Es un lugar hermosísimo y espectacular de la Andalucía gaditana, mundialmente conocido, donde paredes verticales e inmensas, de roca caliza, se precipitan sobre las aguas del Guadalhorce. Quiso escalar una de ellas, y fracasó. Claro, con las clavijas de antaño, ¿cómo se iba a asegurar en aquella roca escasa en fisuras? ¡Qué ingenuidad! ¡A ver si no se ciscó de miedo!

GUME: No creo que haya llegado a ese sucio extremo, querida. Pero me pregunto por qué se metió a hacer lo que no podía. Él siempre ha pisado el sapo, sin reparos ni triquiñuelas; quiero decir que siempre se encaró a lo que le echaron porque no le amedrentaba el riesgo; estudiaba a fondo el objetivo antes de intentar alcanzarlo, y no entiendo cómo no previó que esa roca no era para él.

PINA: Bueno, la atracción de la montaña te empuja muchas veces hacia objetivos inalcanzables. Crees que los vas a conseguir, pero cuando te enfrentas a ellos y tienes que recular, te sientes muy decepcionado. El Chorro era mucha pared para él en aquellos momentos de tan precario material. Ahora ha ido a su reencuentro, supongo que a subirla con la mente, digo yo, porque otra cosa no puede hacer. Y ha ido también a disfrutar de pueblos, monumentos, cultura, historia y gastronomía del legado andalusí.

GUME: Mira, Pina, por hacer, el jefe ya no hace ni la ruta de la procesionaria, ese voraz gusano que acaba con nuestros pinares. Ni siquiera podría recorrer los primeros cien metros de la senda del Salto del Cabrero, de Grazalema. Más que un montañero es una masa de chatarra orgánica…

PINA: Sí, está oxidado. Tendremos que recomendárselo al Calleja para que nos lo ponga al día. ¿Has visto en la Cuatro cómo el tío les arrea caña a los mozos y mozas que se ha llevado al Everest? ¡Es un buen divulgador de la aventura y el riesgo! Pero lo mejor de sus reportajes son los camarógrafos que le acompañan, dicho sea sin desmejorar al Calleja. Toman unas fantásticas imágenes de sus aventuras, unas imágenes de gran calidad, que te hacen disfrutar de la ascensión como si estuvieses metido en ella. Son los buenos montañeros, anónimos y silenciosos, de los que apenas se habla. ¡Tigres, que sois unos tigres!

GUME: No te pases en tus calificativos, Pina; no critiques al Calleja. Es un buen deportista, un gran amante de la aventura, y un padrazo para esos jóvenes que van con él, aunque me resulta un poco coñazo con su Jeep. Nos los pasa una y otra vez por delante de las narices, como si nunca lo hubiéramos visto. ¡Jo, amiga!, ¿te diste cuenta? Estás viendo a una moza hecha un mar de lágrimas por no poder subir por el glaciar del Khumbu, y va el Calleja, y, ¡hala!, corta programa y ¡toma Jeep! ¡Como si el cochecito estuviese al alcance de todos! Digo yo que con la crisis, a ver quién lo compra.     

PINA: El Calleja, querida Gume, ha hecho más por la seguridad en la práctica del montañismo que todos nuestros gobiernos. Fíjate como es de machacón con sus discípulos, que una y otra vez les recuerda qué precauciones deben tomar para no sufrir un accidente. Disciplina, fortaleza física y mental, prudencia y, sobre todo, cabecita e intuición, es lo que les pide a sus alumnos. La cabecita, el sentido común, nunca puede faltar. Y la intuición ayuda a presentir la tragedia si estas al loro de la situación en la que te hallas y estudias cuidadosamente lo que vas a realizar antes de meterte en faena.  Es la hostia, ¡huy, perdona, que se me ha escapado sin querer! ¡Con lo comedida que soy! Bueno pues te digo que el Calleja es muy insistente en ese tema, y me parece muy bien.

Como ves –prosigue Pina-, nuestros gobiernos poco o nada hacen por mentalizar al personal en una cuestión tan importante como es la seguridad. Pasa lo mismo con el tráfico. Los ministros tienen en sus manos un medio de difusión tan poderoso como la televisión pública, y no saben o no quieren utilizarlo. ¿No te parece que un programa que informase sobre medidas y medios de prevención de accidentes en la montaña y en otros deportes de aventura, practicados cada día en mayor medida por personas inexpertas, contribuiría a reducir el número de desgracias, y por consiguiente el gasto de los rescates y el sanitario?

GUME: Claro que sí. Por cierto, he leído que algunas comunidades estudian la posibilidad de poner puertas al monte implantando el cobro de tasas a excursionistas y montañeros, precisamente con la finalidad de financiar los rescates, algunos muy costosos. Es el colmo. ¡Como si esa fuera la solución! En este país, querida Pina, unas veces por falta de sentidiño, como dicen los gallegos, y otras por desidia, se recurre a lo más fácil: a restringir o a prohibir. O a ponerte obstáculos, como ocurre con esos resaltos de mierda que hay en calles y carreteras de todo el país para obligar a los vehículos a reducir la velocidad. ¿Sabes que esas protuberancias del carajo machacan los amortiguadores y las direcciones de los coches, y también la próstata?

PINA: ¿La próstata?  Bueno, bueno, Gume, no me vaciles…

GUME: Sí, Pina, sí, no pongas cara de félida sorprendida, que somos de la misma familia, cariño: dije la próstata. Un urólogo amigo me comentó que acuden a su consulta muchos conductores de bus urbano con la glándula reproductora machacada. ¡Cómo no va a haber impotencia en nuestros varones! ¡Luego se quejan de la escasez de natalidad!

PINA: ¡Qué cosas! Pues no se me había ocurrido pensar que el golpeteo en las bandas sonoras o como se llamen llegara a ser pernicioso para ese órgano.

GUME: Pues sí, cariño, sí. Para la salud y también para el bolsillo, porque el arreglo del coche cuesta lo suyo. En fin, nena, volvamos al jefe, a su constante vaguear, a sus interminables escapadas. Es poco serio con sus seguidores, ¿no te parece?

PINA: ¡Y tanto que lo es! Tiene mucho que aprender de todos ellos. De Vidal, por ejemplo, que tan bien nos explica sus ascensiones en montañas palentinas y en otras del país, sus marchas con esquís y en mountain bike, sus ratos de ocio en playas catedralicias o en la costa del Cantábrico santanderino. Ese sí que es un bloguero de pies a cabeza, trabajador muy activo, no un vago como nuestro jefe, que para que meta una entrada en su prontuario deja pasar semanas y semanas.

GUME: ¡Chis…! Habla bajo, caray, que sus oídos están en todas partes.

PINA: Pues te digo que bien puede seguir el ejemplo de otros blogueros. Ya ves como vive y revive viendo las fotografías de esos blogs y leyendo los relatos de sus autores. ¿Por qué no sigue su ejemplo? Disfruta con Sarita y Mane en sus andanzas por Panamá y en sus ascensiones en los Alpes del Valais.  Disfruta con Mar Espinosa and company, ¿alpinistas de pacotilla?, sí, sí, ¡y un guevo!, superando pasos de grado 7º+ en la Aguja de Ansabère y otros de similar dificultad en la Rabadá y Navarro de la oeste del Picu. Y con Cienmilbalas, que pasa de la informática al vuelo cuasi sideral en ultraligero o con parapente, se va a USA a recibir el bautismo del Niágara, y no desaprovecha oportunidad para sumergirse en las aguas del Cabo Tiñoso, en el paradisíaco paraje de La Azohía murciana. Por cierto, Gume ¿no habrá coincidido este bloguero con el jefe? Ya sabes que él también va allí, y al regreso viene hecho un león, estira el pecho, dice que buceó mucho, que lo pasó fetén, pero creo que no llega ni a la almadraba costera, a esa atunera cuya producción se la llevan toda los japoneses.  

GUME: ¡Joder, Pina!, que ya me salen tacos. Como te oiga el jefe, te vas a acordar de todos los santos de la corte celestial.

PINA: Los ángeles, Gume, no los santos. Sé correcta en tus expresiones y no me interrumpas porque ya te digo que si el jefe disfruta con los blogueros que he citado, lo hace también siguiendo día a día las ascensiones de Amazastur por las altas cimas de nuestras cordilleras, o las de Pájaro Loco, por montañas de todo el globo, o las de Chesco, buen conocedor de los Pirineos y sus ibones, al igual que Luis, otro gran enamorado de su cordillera franco-ibérica. Turbina, bloguero trabajador, conoce mejor que nadie la sierra de Gredos y sus alturas, de la que parece ser guía y señor. Él es, como el jefe, un defensor de la justicia social, un paladín de la solidaridad humana. En Xulián se plasma un buen ejemplo de compromiso con la lengua madre, el Facilitador desarrolla con buena capacidad didáctica temas de hostelería y turismo, Marco recrea magistralmente la realidad con sus pinceles, y el gallego Pabloskim, que ya pisó montañas lejanas, traza muy bien con su pluma las vías del roquedal.

Pero aún hay más -continua la ocelote-, porque si el jefe disfruta leyendo esos blogs o cuadernos de bitácora, no menos deleite le produce la lectura de las andanzas de los dos montañeros de Al filo de la navaja de Taramundi, precioso pueblo del oeste asturiano, fabricante esmerado de ese utensilio doméstico que puede medirse sin recato con el albaceteño. Y disfruta y se deleita con otros muchos blogs de montaña y aventura, muy en especial con los que tratan de temas de espeleología, otra de sus aficiones. Lo veo con frecuencia enfrascado en la lectura de la Torca del Río Perdido, cuyo autor, Miguel Ángel, espeleólogo de raza y aventurero, hace de este deporte su religión. En fin, que el jefe se lo pasa bomba viendo fotos y leyendo los textos de todas esas ascensiones y aventuras que él dejó de realizar cuando el destino le impuso una tercera pata, su patachula como él le llama, de ébano y muy ligera, con resaltes de caoba y empuñadura antropomorfa de falso nácar, pero no trabaja como los demás, sigue siendo un vago en el contenido de su blog.

GUME: ¡Cállate, Pina, cariño! Creo haber oído un ruido en la puerta. ¡A ver si el jefe ya ha regresado del sur sin anunciarnos su vuelta! Vámonos, vámonos, que como nos pille criticándole, nos va a reprender. Pega este post en el prontuario y desaparezcamos raudas por los entresijos de la red. La Rana se encargará de transcribir nuestra conversación al lenguaje de la raza humana. Blogueros, preparaos, que os va a soltar otro rollo. ¡Paciencia y adiós, amigos!

Minutos después apareció JT. Venía radiante de su viaje por tierras de Andalucía. Traía una tarjeta SD con fotos de pueblos, sierras y montañas del sur, y un par de garrafas de aceite de oliva de primera prensada, el de mejor calidad, adquirido en el molino El Vínculo, de Zahara de la Sierra. Se fue a la cocina, paso a paso, al compás del toc, toc del bastón, echó un poco de aceite en un vaso, lo bebió lentamente, con deleite, como si fuese el néctar de la eterna juventud, y seguidamente se metió en su despacho. Tras cerrar la puerta, tiró de la cama nido oculta en un armario hacia fuera, se quitó la ropa y se echó a dormir. Gume y Pina estaban ya a buen recaudo, lejos de la presencia de su jefe.

                                                    (Por la transcripción: La Rana que Fuma)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Decía Umbral que la ironía es la ternura de la inteligenxcia. En tu post no te refieres a personas y cosas que son lo contrario, sino que recurres al sarcasmo entre félidos para reírte de ti mismo. He pasado un momento muy entretenido leyéndote. Sobre la imposición de tasas para actividades de montaña debo decir que es una medida poco afortunada. Espero que no lleguen a imponerla, ya nos machacan bastante con las reformas económicas y laborales, y con las subidas de IMPUESTOS y de servicios de primera necesidad como GAS y LUZ. Han hecho de la ciudadanía el yunque en el que descargar sus ineptitudes. ¿Serán capaces de agriarnos también el ocio imponiendo el pago detasas para andar por las montañas?. Arturo

Anónimo dijo...

QUÉ SIMPÁTICAS LAS DOS FIERECILLAS¡¡¡. Al terminar de leer su conversación acabé sintiendo simpatía por dos animales que me dan miedo por su ferocidad, sobre todo la leona. A mí me gusta Calleja, hace bien su programa y como dices insiste mucho en la seguridad porque es algo muy importante cuando se arriesga la vida. Megusta tu comentario por jugoso, irónico y bien construido. José Luis.

Anónimo dijo...

La conversación entre tus mascotas me recuerda la de algunos políticos que alaban al jefe mientras está presente, pero en cuanto desaparece, le hacen un corte de mangas. En la gente de ese mundo predomina la hipocresía, y también el interés por trepar social y económicamente mas que el deseo de trabajar en favor de la sociedad. Así le va al país. Todos pobres, menos ellos. JUSTO LEIRO