viernes, 27 de enero de 2012

Mercedes Milá y el número trece, ¡lagarto, lagarto!

      ¡Vaya vaya con Mercedes!, ¿así que es supersticiosilla? Por eso no ha querido –ella misma lo dijo- que su putativo Gran Hermano se nomine con el número trece. ¡Lagarto, lagarto! ¿Y si se emitiera un martes, o quizás un viernes? ¿Tocamos madera?, ¿llenamos el plató de ajos? A veces no se entiende que una persona de su nivel cultural pueda caer en la superstición.
      Dicen que la superchería es consecuencia de la ignorancia, pero este no parece ser el caso porque la presentadora del programa estrella de Telecinco ha dado muestras a lo largo de su vida periodística de poseer intelecto y cultura, muy al contrario de otras mozas de cabeza hueca que se exhiben arrogantes por esos platós. Mas bien, pienso yo, la Milá es maniática. Su acentuado afán por ser perfecta en todo lo que dice y hace la predispone a tener manías. Por eso, además del trece, no me sorprendería que un gato negro, la sal derramada sobre la mesa, o el paso por debajo de una escalera puedan causarle pavor. 

Doce más uno
      El trece es para mucha gente un número de mala suerte. Y si cae en martes, aún peor. De ahí que los supersticiosos suelan advertir que en martes y trece no hay que casarse ni embarcarse. Marte, hijo del justiciero Júpiter y de la reina Juno, protectora de la mujer, fue el dios romano de la guerra,  pero también de la fertilidad y del ganado. Dio nombre a un día de la semana, a un planeta y al mes de marzo. Martes, Marte, guerrero, diabólico, agresivo, cuando lo vincularon con el número trece se convirtió en el día de la Bestia, en la llegada del Apocalipsis. ¿Acaso Mercedes, de manera inconsciente, relaciona el trece con el final de su Gran Hermano, aún siendo emitido en jueves, y por eso exigió que la actual edición llevase el número doce más uno, en vez del trece como sería lógico? ¿O más bien se trata de una treta lanzada con el ánimo de  atraer al público?

Menos groserías
      Bueno, el caso es que la edición en marcha de su programa parece de momento, y esperemos que no varíe, la mejor elaborada de toda la serie. Entre los participantes han metido a dos personas de excepción: un sacerdote motero y un policía municipal. Los escenarios son realmente espectaculares: modernos, alegres, llenos de color. También lo es la graciosa cocina en declive. Vamos ahora a confiar en que se cuide el habla. A ver si, gracias a la presencia del cura y el policía, podemos contemplar por fin un espacio carente del lenguaje sucio y desvergonzado de otras ediciones.
      Proferir insultos o soltar tacos cuando el diálogo se calienta y la tensión crece puede ser inevitable. Hasta al mismo cura se le escapa alguna vez el ¡jo…! Pero da noxo (repugnante en extremo, gallego dixit), presenciar el espectáculo de unos jóvenes insultándose reiteradamente y ensuciando sus bocas con las más soeces expresiones, como ocurrió en la práctica totalidad de los anteriores grandes hermanos.- JT

El Gran Hermano 12+1 nos muestra a una Mercedes Milá
 elegante y sexy, muy al contrario de anteriores ediciones.
  (Foto publicada por la web Fórmula TV)

domingo, 22 de enero de 2012

La coherencia de Vargas Llosa y el Instituto Cervantes

      Mario Vargas Llosa ha rechazado la presidencia del prestigioso Instituto Cervantes, un organismo creado y controlado por el Gobierno. Es la segunda vez que el escritor da su negativa a tan sustanciosa propuesta. En 1996 lo propuso Aznar para ese puesto, y Mario le dijo no. Ahora le ha tocado probar suerte a Rajoy, y el Nobel, en un gesto de absoluta coherencia, dijo de nuevo que nones.
      Debo confesar que me alegro de que sea así. Me alegro de que mi admirado novelista rechace una oferta que en el caso de aceptarla le haría perder libertad e independencia, dos cualidades propias del intelectual. Y Mario lo es, además de ser también, y sobre todo, un excelso fabulador de historias -reales y ficticias- cuya lectura apasiona a millones de personas de todo el mundo. Señores del Gobierno, dejen ustedes al escritor dar rienda suelta a su fecunda imaginación, a su deliciosamente fluida lengua española y a su estilo literario rico en matices, en giros, en argots… ¡No traten de mancillar su libertad! ¡No le acoten su independencia! Dejen, pues, en paz, al gran novelista, porque los admiradores de su obra queremos seguir disfrutando de ella.
      No es acertado intentar que un prosista de la categoría de Vargas Llosa pase a depender de los políticos. Digo esto, porque la oferta que le han hecho lo situaba en la presidencia del mentado instituto, o sea, en un cargo público de pura representatividad, mientras que la dirección se la darían a un diputado del PP. O sea que Mario tendría que vérselas en su relación institucional con el representante de un partido político y dedicarse a recorrer el mundo de instituto en instituto como embajador de nuestra lengua, en laudatoria misión, pero obviamente en detrimento de su fecunda producción literaria.
      A veces, movidos por el afán de lograr éxitos rápidos y espectaculares los políticos toman decisiones sin meditar sobre las consecuencias que puedan acarrearles. En este caso, el fallido nombramiento estuvo seguido de un clamor general porque todos, al margen de sus posiciones políticas, elogiaron la decisión del Gobierno cuando el señor García-Margallo difundió a los cuatro vientos la buena nueva. Hasta el gallego César Antonio Molina, director del Cervantes en la etapa Zapatero y exdiputado del PSOE, se apresuró a afirmar que también era idea suya (¿acaso cree que Rajoy se la ha robado?) la de colocar en el instituto a figuras de la categoría de un Vargas Llosa. ¿Ha pensado este exparlamentario en lo que perderíamos si nuestro admirado Nobel se viera absorbido por la tarea de embajador cultural de España?
      Haces bien, Mario, en decir no. Sigue escribiendo, que has nacido para ejercer tan elevada tarea.  Nosotros tus lectores, que te seguimos hoja a hoja y obra tras obra, queremos continuar disfrutando de tu potencialidad creativa como prosista. No te dejes cautivar por la hermosa flor de un cargo público que mañana puede ser espina, sea quien sea el que te lo ofrezca.

Una máxima bonapartista que no hay que olvidar

Otra cosa es el inoportuno aleluya del señor García-Margallo, anunciando el fichaje del Nobel para tan sugestivo puesto cuando el tema estaba aún sin cerrar. Algo le falla al presidente Rajoy, quien por su larga experiencia en el campo de la política sabe bien que, si pierde las bridas de la prensa, no aguantará ni tres meses en el poder. (Napoleón dixit). Pues eso, presidente. Pero para seguir la máxima bonapartista hay que comenzar por el control de la propia casa, canalizando la emisión de cualquier noticia, la anuncie quien la anuncie, en una sola persona o equipo de personas que valoren su difusión y sobre todo su veracidad. No hay que poner el carro antes que los bueyes, como se hizo en este caso. Y me duele que el autor del resbalón haya sido un ministro de la categoría de García-Margallo, al que esta vez le ha fallado esa prudencia que, como buen diplomático, debe presidir todos sus actos públicos.
      Este ministro de Exteriores, diputado que fue de UCD en las Cortes Constituyentes de 1977, es uno de los mejores activos del actual Gobierno. Es el mismo que le dijo al inglés, como bromeando, ¡Gibraltar español! Pero digo yo, coño, ¿aún estamos con esas…? Dejemos al británico que siga ahí: es un buen aliado, y, además, nos cubriría el flanco sur de la Península en caso de invasión desde África.- JT  

domingo, 8 de enero de 2012

Por tierras de la Gran Llanura: la Selva del Spree

        El río Spree es el becerro de oro de los berlineses, el dios protector de la reunificada capital alemana que proporciona sustanciosos beneficios a la economía de la ciudad. Su agua goza de una sacratísima condición: es recuerdo y a la vez reliquia de una metrópoli de enormes dimensiones, con una no menos enorme oferta museística, cultural y lúdica. Por eso se vende embotellada en pequeñas porciones a los turistas. ¡Sobrevivió nada menos que a dos grandes guerras!
        Hace años, en el Berlín dividido, el agua del Spree ocupaba un segundo lugar, tal vez porque llegaba contaminada de la parte soviética a occidente. Entonces era el aire, el Berliner Luft, el souvenir más reclamado por los turistas que visitaban los sectores aliados. Compraban esa esencia etérea en pequeños frascos, junto con el himno que ensalza las excelencias de su pureza: Das ist die Berliner Lutf, Luft, Luft… Todo un símbolo de una metrópoli aislada por tierra y cercada por un muro de ladrillo y campos minados. Mas con la reunificación, el aire berlinés perdió su atractivo, se evaporó del ámbito comercial y dejó paso al agua del Spree, río turístico por excelencia de la gigantesca red fluvial de tránsito de personas y mercancías de la capital alemana y de su vecina región, Brandemburgo, la de los mil lagos.

UNA SELVA MUY CIVILIZADA
        Para disfrutar sin ruidos ni agobios de este río, en la paz de una naturaleza salvaje pero bien protegida, hay que trasladarse a la llamada Selva del Spree (Spreewald). Allá me fui este verano, en repetida visita, para rememorar pueblos, paisajes y buenas mesas. En Lübbenau, ciudad acogedora y turística, situada en el corazón de ese territorio, encuentra el visitante una interesante oferta de actividades de aire libre. También en Schlepzig y en Lübben. Hay cientos de kilómetros de caminos y pistas para recorrer en bicicleta, sendas interminables para buenos y malos andadores, cursos fluviales para los amantes de la navegación deportiva y, cómo no, embarcaciones movidas por barqueros con pértiga que llevan a los turistas por el cauce del Spree a través de esa civilizada selva europea.
        Pedalear kilómetros y klómetros por caminos llanos es un placer reservado a quienes todavía tienen músculo y fuelle. Y no menos placer proporciona la navegación en canoa, o si se prefiere en embarcación de recreo movida con pértiga, sin ruidos ni humos, porque para los habitantes de esos lugares el ruido es blasfemia y la contaminación pecado mortal aunque, como en toda regla, haya excepciones.
        La Selva del Spree está en la Lusacia (Lausitz), al sureste de Brandemburgo, en territorio de campiña pantanosa. La pueblan los sorbios, de habla alemana, un pueblo bilingüe que conserva vivo el idioma de sus antepasados, el sorabo. Posee numerosos vestigios históricos y artísticos; goza, pues, de grandes atractivos.
        El anchuroso llano de la Europa central me ha atraído siempre por su contraste con la montaña. Y lo digo porque, cuando hay que entrar en pausa para darse un respiro, meterse en esos lugares a disfrutar de sus posibilidades turístico-deportivas es una alternativa saludable: se fortalece el cuerpo, se satisface el paladar, y se despeja de la mente la tensión que produce el montañismo de dificultad y el ajetreo de la vida diaria.- JT

En el muelle fluvial de Lübbenau el barquero mueve suavemente la pértiga llevando a un grupo de turistas por las aguas del Spree. No hay prisas ni ruidos. En todo el recorrido solo se oye la voz del guía-barquero informando sobre el río y la historia de los ribereños.
Una calle de Lübbenau. La flor siempre está presente en ventanas y balcones. Hay coches, pero apenas se oyen ruidos. Es una calma reconfortante.
Lübbenau: ¿Qué hay ahí dentro, cerveza o vino? Ninguna de las dos cosas. El barril se aprovechó para uso del kiosco al que está adosado. Las bicicletas están siempre presentes en la llanura.
Lübbenau. Ingeniosa fuente de la plaza principal. El artista representó en figuras de metal personajes del cuento y la leyenda.
Lübbenau: Los perros tienen su plaza de aparcamiento. Junto a la puerta de una tienda, el cliente deja segura a su mascota mientras hace la compra. El cartel de parking identifica claramente la función del mosquetón que tiene colgado. Toda una muestra de civismo.
Schlepzig. Esta pequeña compuerta regula el paso del agua del río a zonas adyacentes.
Schlepzig. La piragua pasa junto a la embarcación turística delante de un embarcadero. Hay una paz octaviana en el ambiente de estos lugares. La barca con motor es una excepción de la regla de silencio.
Lübbenau: El hombre ha construido paseos de madera sobre el agua en las zonas de la selva por las que discurren caminos y sendas de pequeño y gran recorrido.
Lübbenau. Decenas de embarcaciones permanecen varadas a la espera de turistas.
Schlepzig. Un grupo de palistas hace cola para entrar en la esclusa que los situará en el nivel superior del río.
Schlepzig. Original macetero. Terminada su vida útil, esta canoa ejerce una función decorativa.
Lübbenau. En esta zona del río el motor es una agresión al ambiente. La embarcación se mueve impulsada por la pértiga que diestramente maneja el barquero.
Schlepzig. moto espectacular, con gancho para remolque y robustas ruedas tractoras. ¿Diseño propio?
Schlepzig. Restaurante situado en las proximidades del embarcadero. La tranquilidad preside el ambiente natural del lugar en el que no faltan árboles y plantas. Para complacer al paladar, el arenque en salsa de nata, las Bratkartoffeln con ensalada, o alguno de los deliciosos embutidos típicos del país, bien regados con cerveza de barril, son platos recomendables y baratos.
Aún quedan en uso algunas de las sirenas de la II Guerra Mundial que alertaban sobre la proximidad de los bombardeos aéreos. Hoy las utilizan los bomberos voluntarios como señal de llamada a sus miembros cuando hay emergencias.
¿Guerra? No, no. Es paz, pura paz rotunda. El viajero se encuentra a veces en Alemania con monumentos como este. La inquietante silueta del tanque ruso es hoy un mero símbolo de lo que nunca jamás debe volver a ocurrir.
Los alemanes no olvidan a sus muertos. Cada pueblo los recuerda en lápidas u obeliscos situados en lugares céntricos, como este de Schlepzig. En la leyenda de la parte superior figuran unas frases enaltecedoras. Se refieren a los vecinos del lugar caídos en la I Guerra Mundial. Aunque los restos de estos héroes se hayan descompuesto, la llama de sus heroicas hazañas los hace inmortales, viene a decir la leyenda. Debajo, los nombres de los muertos.
Lübbenau. Está bien claro en la señal a quiénes afecta la prohibición. Por si los dueños de los canes la ignoran, ahí tienen un preciso recordatorio.
Las tranquilas aguas del río son utilizadas por los amantes del remo. Seguir el curso del Spree por el cauce de la selva es una buena manera de hacer deporte disfrutando de un entorno paradisíaco.
Brandemburgo es tierra de lagos. Hay miles. Este pequeño de Schlepzig comparte vecindad con el Spree. Lo circunda un camino para andadores, ciclistas y jinetes conectado con un GR centenario en kilómetros.