martes, 20 de diciembre de 2011

Estampas de otros tiempos

      ¡Felicidades! a mis amables seguidores (as); ¡felicidades! a quienes ojean de cuando en vez este blog, y ¡felicidades! también a aquellos que pasan de largo para seguir su navegación en busca de mejores entretenimientos. A todos, reitero, ¡muy felices fiestas!, y que el 2012 os traiga muchas satisfacciones.
A ver si el nuevo año me da tiempo y voluntad para ir digitalizando los miles de negativos que conservo en película de celuloide y algo en digital para mostrarlos a los aficionados al montañismo y la espéleo. Tal vez alguno de vosotros encuentre en ellos, en esas fotos, lugares o situaciones dignas de rememorar.
      Son recuerdos de tiempos en los que la práctica de ambos deportes sumaba más entusiasmo y voluntariedad que material y técnica. Sobre todo en material para aseguramiento, porque poco más disponíamos que de cuerdas, piolets de mango largo, pesados e incómodos mosquetones, cinta exprés, estribos, ganchos de rápel, incómodas clavijas de varios tamaños y empotradores de madera con driza anillada, de fabricación doméstica y de distintos tamaños, para poder adaptarlos a las grietas, más baratos que los del mercado. La aparición del spit revolucionó en buena medida la técnica de progresión en roca, especialmente en espeleología, y no digamos los puños, parabolts, friends, aliens, camalots y otras lindezas del material de nuestros días.
      Recuerdo que en 1970 Cesare Maestri venció el Cerro Torre gracias al uso de un compresor. Llegó a la cumbre, pero su ascensión no fue homologada. Se consideró poco ético el empleo de esa herramienta. Mas con el tiempo las montañas se han ido llenando de vías ferratas y muchos pasos de elevado riesgo se equipan con largos pitones y cadenas. La importante mejora en ropa y calzado (¡quién pillara en aquellos años botas de gore-tex!), y el desarrollo de una técnica más completa y segura que la de antaño, dieron al montañismo, sobre todo a la escalada, un giro de 180 grados. Hoy, montañeros y escaladores son avezados acróbatas del más difícil todavía.- JT
Pirineo oscense 1984: Tramo final del Perdido. Mientras unos suben en plácido y sosegado paseo, en demanda de una cima de pequeña pero bien apañada superficie, la de esta montaña caliza de 3.355 metros de altitud, otros retornan, andando a paso cansino por la nieve endurecida de la espaciosa canal. Hay quien aprovecha la ocasión y se desliza apoyado en las asentaderas por la pendiente helada, usando la técnica del piolet-escoba para controlar la velocidad y no pegarse de bruces contra las aguas heladas del Marboré, ese laguito o ibón al pie del Cilindro. Y si queda tiempo y fuelle, merece la pena aprovechar la subida al Perdido para hacer luego la segunda de Las Tres Sorores por su vía normal, poco difícil, con paso de II superior en una de sus chimeneas cimeras.

Picos de Europa 1969. Macizo Central: El sol de la incipiente primavera despelleja la nívea piel del roquedo calizo.
Picos de Europa 1969. Macizo Central: La soberbia e imponente pared oeste del Urriellu parece tener incrustado el refugio Delgado Úbeda. El Picu, de calizas paleozoicas, es símbolo por excelencia y punto de partida del montañismo de dificultad extrema de España. Nuestros mejores pioneros de la escalada se midieron con esta pared para probar su voluntarismo y capacidad técnica. La Oeste fue en su tiempo el más difícil todavía de los escaladores españoles. Para unos, proeza heroica; para otros, encuentro fatal con el destino.
Alpes franceses 1970: La agujilla donde muchos mejoramos nuestras particulares técnicas de escalada y ráppel. Entonces no había cámaras digitales que testimoniaran la dificultad de algunos pasos, pero digo yo que bien se pueden presuponer ante la evidente imagen de verticalidad y lisura de algún tramo de este piquito.