jueves, 12 de febrero de 2009

Retorno a la España decimonónica

                                  Muflón (arriba) y ciervo. La diferencia es evidente

Un juez que actúe políticamente y se manifieste a favor de un partido en vez de hacerlo desde una posición de imparcialidad, como su profesión exige, queda en mi opinión descalificado para seguir ejerciendo en el campo de la judicatura. De la misma manera, el periodista que se define claramente a favor de un partido político debería de tener prohibido trabajar con la información, pues es presumible que lo va a hacer siempre desde una postura de parcialidad poco ética.

Digo esto, porque un personajillo de la prensa madrileña impidió a sus colegas preguntar al presidente Zapatero sobre el encuentro del juez Garzón y el ministro de Justicia señor Bermejo en una cacería del pasado fin de semana. Hoy en día hay una falta de decencia en muchos profesionales de la información que da miedo. Ya no se retienen a la hora de actuar o de escribir; se expresan claramente a favor de su partido favorito y, además lo defienden como si pertenecieran a su militancia.

Vuelven los fantasmas
La prensa limpiamente imparcial apenas existe ya en España. La mayoría de los medios ha ido abandonando a lo largo de la Transición la senda de la imparcialidad democrática para posicionarse en una clara y a veces descarada actitud partidista. Hace años eran sólo algunos; hoy son abundantes. Y ya no se conocen sólo por su nombre, sino por apelativos como el periódico tal de la izquierda, la radio cual de la derecha… Esto trae consigo que despacio, pero sin descanso, se vaya abriendo cada vez más la brecha entre españoles alimentada por envidias y odios que parecían desaparecidos.

Cuando podíamos ser un país próspero, tranquilo y feliz, ambiciones malditas, e insanas apetencias restauran la actividad de los fantasmas de la España decimonónica. Son los estigmas de un pueblo visto en otros tiempos desde el exterior como ingobernable. Yo me pregunto ¿por qué hay que estar siempre en el poder?, ¿por qué llamar enemigo al adversario?, ¿por qué hay que recurrir al juego innoble, a la mentira, al desaire, a la ofensa y hasta a la humillación para seguir gobernando o para acceder al gobierno? ¿Es que no nos vamos a desprender nunca jamás de esos malditos espantajos que tanto afean nuestra idiosincrasia?

Pues parece que no, porque día a día surgen escándalos y enfrentamientos dialécticos fuera de tono, muy destemplados y llenos de acritud. Unos quieren el poder y otros no lo sueltan, ambiciones ambas perfectamente comprensibles. Pero lo que no se entiende es el modo de comportarse, las armas que se emplean para derribar al adversario, burdas, desmedidas y a veces cargadas de muy mala leche.

La muerte como deporte
En cuanto a la cacería de muflones (sólo he visto ciervos en la foto que mostró la televisión), curiosamente nadie ha protestado, lo que me hace pensar que hay una incultura inmensa a todos los niveles en ciencias naturales. No protestaron los ecologistas, que siempre alzan la voz cuando otros políticos o el mismo Rey van de caza y matan a un oso, ni ninguna otra persona. No repudiaron públicamente la matanza de esos hermosos cérvidos. Yo sí la rechazo con todas mis fuerzas. Y es más, creo que quienes disfrutan de la muerte de seres vivos, y de manera deportiva para mayor escarnio, no deberían ser autorizados a impartir justicia y menos todavía a gobernarnos. ¿No somos un país que reprueba de plano la pena de muerte? ¿Por qué hay, pues, que matar y disfrutar matando, aunque las víctimas sean animales? ¿Es que acaso el animal no forma parte del colectivo de seres vivos que moran el planeta? - JT

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